Tragos con amigos

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Cerro la puerta detrás de ella, y sonrió, el día no había comenzado como ella hubiera deseado y de hecho había terminado del modo menos pensado, pero ahí estaba ella sonriendo, disfrutando de ese momento que acababa de ocurrir.

De pronto su teléfono comenzó a sonar. Miro la pantalla y era un número desconocido, generalmente no contestaba a esos números, pero esta vez decidió hacerlo.

- ¿Diga?

- ¿Cuánto tiempo es el adecuado para llamarte, después de verte?

- No lo sé – dijo sonriendo – tal vez... ¿cuándo llegaras a tu auto?

- Entonces voy a colgar – respondió rápidamente Dorian

- ¿Porque?

- Porque aún estoy bajando las escaleras y ya quiero verte

- No es posible – dijo la chica mientras sonreía

- Lo es – confeso Dorian

- ¿Creí que te habías ido en el elevador?

- Necesitaba tranquilizarme antes de conducir

- Gracias

- ¿Por qué?

- Por el café – Sandra se sentó en el suelo junto a la puerta – fue un gesto muy lindo

- Es que así soy yo

- Lo se – dijo mirando hacia la sala

- Bien acabo de llegar a mi auto, y ahora preguntare ¿Cuándo te veré otra vez?

- El destino lo dirá – comento Sandra sin poder soltar una carcajada

- Tu no crees en el

- No. Eso es verdad. Pero tú sí, es por eso que mientras tu esperas nuestro próximo encuentro, yo esperare tu próxima llamada – no podía crees lo que estaba diciendo – por eso, que tengas buen viaje

- Pero...

Colgó la llamada, y espero.

A partir de ese día, siempre tenía noticias de Dorian. Un mensaje, una llamada, o incluso solo una imagen, le agradaba, era algo nuevo, era algo que le alegraba el día. Algunas veces como ella estaba ocupada y suponía el también no tenía noticias de el por dos o tal vez cuatro días. Y de pronto el teléfono sonaba, ella contestaba y conversaba, tal vez cinco o die minutos y después de pronto ella tenía que colgar o él era llamado por alguien. Nunca conversaciones muy largas nunca nada realmente significativo, pero a pesar de ello conversaciones al fin y al cabo.

- Quiero verte – dijo de pronto Dorian una tarde casi un mes después

- ¿No le íbamos a dejar esto al destino?

- Lo se pero... quiero verte

- Mañana – dijo Sandra de pronto, se le acababa de ocurrir algo

- ¿Dónde?

- No lo sé, vamos a dejárselo al destino

- ¿Otra vez?

- Sí, pero esta vez, solo en los límites de la cuidad

- Perfecto – de pronto hubo un largo silencio – ¿mañana? ¿Por la Tarde?

- Medio día – sonrió – tal vez al medio día

- Tal vez

- Entonces mañana te veré

La travesía de nuestro amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora