La travesía de nuestro amor

Desahogo

Sandra

Sus fuerzas la abandonaron complemente y comenzó a llorar, era verdad, lo que Dorian decía era completamente cierto. Había decidido seguir por su familia, por sus amigos, por sus pacientes, por Rodrigo pero aún no lo había hecho por ella.

Dorian tenía razón. Ella lo odiaba.

Una Parte de ella, aunque fuera una diminuta parte sentía resentimiento por Rodrigo, por haber sido tan responsable y tener que trabajar incluso en vacaciones. Por ser alguien tan considerado que pensó en otros antes que en él mismo. Por irse dejando truncadas tantas promesas. Por dejarla sola y sin un rumbo que seguir. Incluso por no aparecer en sueños lo odiaba pero no podía decirlo, ¿en qué tipo de persona se convertiría si odiaba a su esposo muerto? No podía decirlo a nadie, a su psicólogo, a su psiquiatra, a sus amigos, no podía. Y ahí estaba este chico descubriendo fácilmente aquel oscuro secreto, ¿porque? ¿Cómo era posible que pudiera ver tan bien a través de ella? 

Al ver que su secreto revelado solo pudo bajar la mirada y llorar.

Lloro y lloro. Por las promesas sin cumplir, por los sueños rotos, por las ilusiones desechadas, por Él, por ella, por ese futuro que nunca seria. Por la persona que había perdido, por los años que se había detenido, por fin, finalmente lloro por todo.

Mientras lo hacía, mientras se destrozaba completamente extendió la mano y lo busco a él, no a Rodrigo no a Jonathan busco a Dorian, porque en ese momento estaba dejando todo atrás. El futuro juntos, las promesas, los hubiera, todo lo que nunca seria. Porque él ya no estaba.

Siempre lo había sabido y sin embargo en estos años siempre había hecho lo que Rodrigo esperaba. Lo que su esposo quería, lo que habían acordado, lo que él hubiera esperado.

Y ahora en ese instante estaba dejándolo atrás. Estaba soltando esa ancla que la mantenía estática. Era el momento, necesitaba algo nuevo, necesitaba algo para poder seguir, y ella sabía que aquello era Dorian. Un nuevo impulso. Un nuevo comienzo, un nuevo porvenir. Eso era él.

No sabía si duraría, no sabía siquiera si funcionaria pero en ese momento decidió que era momento de avanzar.

Cubrió su rostro lloroso con una mano y espero. Espero que aquel hombre tomara su mano  y la aceptara. A la chica con ese doloroso pasado, a la mujer que dejaba todo atrás, a la persona vulnerable frente a él, a la chica insegura y llorosa que en aquel pequeño gesto estaba no solo ofreciendo su mano sino sus esperanzas al hombre frente a ella. Deseo que pudiera aceptarla y entonces lo llamo

-          Dorian...