A UN PASO DE PERDERTE 23

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Capítulo 23.

Año2011.

Hola Terry, solo quería decirle que esta mañana he estado pendiente del cartero, pero los certificados que pidió al Registro Nacional no han llegado. Espero que mañana sí, ya le contaré. Está bien, ¿verdad? Lo único malo de mi nuevo trabajo es no poder escribirle por las mañanas, pero quiero que sepa que no me he olvidado de Candy ni renunciado a creer que la vamos a encontrar. Estoy segura de que los certificados nos darán alguna pista y que a partir de ahí podremos seguir buscando. Cuídese. Por mí y por Candy.

Jess x

Le dio a «enviar» y esperó unos instantes, pero el reloj en la esquina de la pantalla del ordenador decía que eran las dos menos seis minutos y tenía que volver al trabajo. Actualizó la bandeja de entrada, pero no llegó nada nuevo, así que cerró la sesión y se fue.

—¿ Tienes planes para este fin de semana, Jess? ¿Piensas salir a bailar y a lucir tu nuevo corte de pelo?—preguntó el señor Wahim con un brillo en sus ojos oscuros.

Era menudo y pulcro, con una franja de pelo muy blanco en los lados de la cabeza y un poblado mostacho del mismo color y del que ahora se estaba limpiando migas de pastel. Le recordaba a Jess al gnomo que había junto a la puerta de la casa de su abuela recibiendo a las visitas. Negó con la cabeza.

—No tengo amigos por aquí con los que salir.

—Había una chica en el albergue llamada Jazz con quien había entablado cierta amistad, pero era demasiado pronto—. Excepto ustedes dos. ¿Les apetecería ir de discotecas conmigo? El señor Wahim sonrió.

—¿ Qué dices, Samia? ¿Les damos una lección a estos jóvenes de cómo se hace? Levantó los brazos en el estrecho espacio e interpretó una especie de baile homenaje a John Travolta que hizo a Jess gritar de risa y a Samia poner los ojos en blanco. El señor Wahim era Laurel y Samia era Hardy, la seria y el payaso. Samia siempre parecía desaprobarlo todo, un disfraz que no conseguía ocultar su amabilidad.

—No pienso pisar un sitio de esos. Hace un calor horroroso y están llenos de gente borracha haciendo el ridículo.—Samia rebañó la caja con los dedos para atrapar las últimas migas de pistacho y almendras con miel que se habían quedado pegadas y a continuación se puso en pie despacio—. Bueno, ¿preparados para la marabunta?—Miró la hilera de prendas listas para su recogida y frunció el ceño mientras empujaba perchas para llegar hasta un traje oscuro—. El señor Holt tenía que haber venido a por esto. Le he llamado por teléfono esta mañana, pero no cogían, ¿veis? Lo escribí aquí, en el resguardo.

El señor Wahim miró el papel que Samia le enseñaba y se encogió de hombros.

—Igual es que tiene otro chaqué. Samia pareció escéptica.

—Igual es que se le ha olvidado. Ya conoces al señor Holt. Se olvida el resguardo, la tarjeta de fidelización, la tarjeta de crédito.—Negó con la cabeza y descolgó el teléfono—. Voy a intentar llamarlo otra vez. Si no, lo vamos a tener aporreando la puerta otra vez después de haber cerrado, vas a ver. Mientras Samia marcaba, Jess esperó a que el corazón le volviera a latir con normalidad. El señor Holt. Miró deprisa el resguardo prendido a la percha del traje. No figuraba ni el nombre de pila ni una inicial. Siguió al señor Wahim al mostrador simulando despreocupación.

—Holt, ¿no será Will Holt por casualidad?

—El señor Will Holt, ¡sí! Nos trae siempre sus trajes. ¿Lo conoces?

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