A UN PASO DE PERDERTE 24

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Capítulo 24.

No, no lo fue. No para nosotros. Al final no fue un enemigo ajeno lo que nos separó, sino algo mucho más próximo.—Candy acarició la escritura de Terry en el sobre y se preguntó cómo podría explicar a aquellas personas tan jóvenes, que habían crecido en un mundo de igualdad de oportunidades y emancipación, muy diferente a la situación en la que se había encontrado—. Entonces las cosas eran distintas. Las mujeres hacíamos trabajos de hombres en las fábricas y en las granjas, pero seguíamos siendo propiedad de nuestros maridos. Teníamos hijos, éramos responsables de criarlos solas, y sin embargo la ley nos daba pocos derechos sobre ellos. —Dio un sorbo de té frío e hizo una mueca—. Y una mujer como yo no tenía ninguno.

—¿ Cómo que una mujer como usted?

—Una adúltera. Una esposa caída en desgracia. Una madre incompetente. Entonces no existían los divorcios sin culpables. Para poner fin a mi matrimonio habría tenido que admitir que había sido infiel, lo que habría eliminado automáticamente cualquier oportunidad de que me permitieran quedarme con Daesy.

Jess se sentó más erguida y rebosando indignación.

—¡ Pero eso es muy injusto!

—Sobre todo porque Charles también había sido infiel.—Al ver el asombro en sus caras, Candy siguió hablando con una sonrisa irónica—. Pues sí, cuando nos casamos Charles estaba enamorado de otra persona, aunque yo era demasiado ingenua para darme cuenta. De hecho su amante fue nuestro padrino de boda. Will se detuvo cuando se disponía a llevarse la taza a la boca.

—¿ Charles era homosexual?

—Sí, aunque nadie lo habría sospechado ni me habría creído de habérselo dicho yo. Era vicario y un hombre de familia y tenía a todas las damas de la congregación comiendo de su mano. Tampoco se habrían creído que me pegó o me forzó. Estuve años recreando mentalmente la tarde en que Terry volvió a buscarme, intentando ver cómo podría haber hecho las cosas de otra manera. ¿Debería haber sido más valiente y gritado la verdad? Pero para entonces ya era tarde. Había estado callada demasiado tiempo. Escondí mis heridas cuando Charles me pegó. Dejé que todos me trataran como una madre incompetente. Ni siquiera le conté a Nancy la verdad sobre nuestro matrimonio. Pensé que estaba siendo buena y leal, pero en realidad estaba decidiendo mi destino. Me… Se interrumpió. Durante años había tenido la sensación de caminar de puntillas por el borde de un acantilado, en ocasiones tropezando y perdiendo el equilibrio, concentrando todas sus energías en no mirar abajo, a los riscos y al mar embravecido. Poco a poco se había vuelto más fácil; el suelo había ganado firmeza y sus pasos, seguridad. Ahora era como si acabara de abrir los ojos y descubierto que se encontraba de nuevo al borde del precipicio, mirando hacia abajo.

—No pasa nada—dijo Jess—. No tiene que hablar de ello si no quiere. Candy asintió. Nunca había hablado de lo ocurrido. En la medida de lo posible, había intentado no pensar en ello. Los recuerdos estaban encerrados en una caja en un rincón de la memoria. Quizá era lo mejor—lo más seguro—, dejarla allí, sin abrir. Miró la carta que tenía en la mano y el corazón se le encogió al ver la caligrafía que tan bien conocía y tanto quería.

Muy pronto nada de esto importará y nuestra historia formará parte del pasado

Pero sí importaba. Importaba muchísimo. Tomó aire y lo soltó despacio. Entonces empezó. Mientras hablaba, las sombras fueron entrando sigilosas desde el jardín desdibujando la línea entre presente y pasado. Los pájaros terminaron su recital vespertino y el mundo se sosegó y silenció. Candy contó la historia de cómo Terry había vuelto, tal y como ella había rezado y deseado, y de cómo Charles les había robado toda esperanza convirtiéndola en cenizas. Les habló de la elección que la había obligado a hacer y del dolor de ver a Terry marcharse, del doctor Walsh y de las pastillas que habían calmado un poco el dolor pero le habían costado a su hija.

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