A UN PASO DE PERDERTE 10

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Capítulo 10

Jess levantó la vista de la carta y dejó que paseara por la habitación, deteniéndose en el empapelado con dibujos de hojas y las amapolas de los azulejos de la chimenea, y entonces vio por primera vez no solo la casa abandonada de una persona mayor, sino el escenario de historias que quería oír, de secretos que quería conocer. El viento suspiró suavemente en la chimenea y el mundo exterior parecía estar muy, muy lejos. Inspiró hondo, sacó el siguiente sobre de la caja y se sumergió de nuevo en los ecos del pasado.

8 de Mayo del 43.

Querida Candice:

Qué alegría tu carta. No me había atrevido a esperar que me escribieras, pero desde luego me encanta que lo hayas hecho. Esta mañana he salido con la tripulación al amanecer —misión núm. 6 completada— y cuando volví me estaba esperando. Leerla fue como oír tu voz.

Pequeña, no quiero que te sientas culpable. Desde Bremen me he convertido en todo un experto en sentimiento de culpa y he llegado a la conclusión de que, en la escala de las emociones negativas, está a la misma altura que la mala intención y los celos. Envenena la felicidad y nos hace creer que no somos lo bastante buenos, que las cosas y las elecciones que hacemos son equivocadas. Como seres humanos, creo que estamos programados para intentar ser felices, y el sentimiento de culpa nos dice que el instinto es algo malo. Yo no lo creo. De hecho, sentado a los mandos de un B-17 con fuego antiaéreo llegándome de todas partes, pienso que los momentos de felicidad robados son lo único que importa. Si no, ¿para qué estamos vivos? Solo fue un beso, un instante en una calle de Londres en una noche cálida de primavera. Puedes echarle la culpa al coñac, o a la guerra, o a mí. No estoy seguro de haber podido evitar besarte aunque lo hubiera intentado, aunque desde luego no lo intenté. Podría decir que lo siento, pero la verdad es (y estoy demasiado agotado para escribir otra cosa que no sea la verdad) que no es así, porque me gustó besarte. Pero sigues siendo la mujer de Andley. No le has causado un segundo de dolor ni entregado a otro nada que le pertenece. Fue un instante, eso es todo. Un instante especial y muy valioso.Cuídate, hazlo por mí.

Terry.

P. S. Sin duda debes ir a la reunión del comité de festejos de la feria. ¡No te dejes amilanar por la señora Marjorie! Mantén la cabeza alta y recuerda lo fuerte que eres.

17 de mayo del 43.

Querida Candy:

Acabo de terminar de leer tu carta y todavía estoy sonriendo. Nunca te disculpes por escribir sobre cosas cotidianas. Tengo la impresión de estar allí en la reunión del comité de la feria benéfica, aunque no tengo ni idea de lo que es una barraca de tiro al coco, así que no puedo opinar sobre si las coliflores serían una buena alternativa. Pero lo de la pitonisa suena estupendamente, a pesar de lo que diga ese tal Stokes. Puede que Dios sea el dueño de nuestro destino, pero no conozco a nadie que no esté dispuesto a pagar por saber lo que nos depara ahora mismo. Llevamos un par de días sin volar. Cada día llegan más tripulaciones de Estados Unidos y están tan verdes que, comparados con ellos, nos sentimos unos veteranos. Esta noche hay un baile en la base, para darles la bienvenida. Están adornando uno de los hangares con serpentinas y globos y enviando camiones a los pueblos a reclutar chicas jóvenes. Supongo que eso significa que tampoco volaremos mañana. No sé qué es peor: los nervios previos a una misión aérea o el aburrimiento por no hacer nada. ¿Recuerdas que te hablé de Morgan, mi copiloto? Pues esta semana por fin consiguió que un chico del pueblo le vendiera una bicicleta. Morgan tiene una granja en el centro de Arkansas y siempre dice que aprendió a montar en bicicleta casi antes que a andar, así que estaba encantado de la vida de haber conseguido una, aunque pagó un ojo de la cara por ella. (El chico que se la vendió puede que tuviera aspecto de mocoso inofensivo, pero negoció igual que un trilero de Nueva York). Morgan la cogió para ir al pub del pueblo anoche presumiendo de que para cuando llegáramos los demás ya se habría terminado su primera pinta, pero el caso es que fue derecho a una zanja. Aparte del orgullo herido y de unas cuantas picaduras de ortigas salió ileso, aunque a Adelman, nuestro bombardero, le entró tal ataque de risa que casi se parte una costilla. El pueblo de aquí es precioso. Cuando llegamos todo era del color del barro, pero ahora se ha vuelto verde y los árboles están cubiertos de flores que parecen nieve. Es difícil imaginar un lugar más hermoso donde hacer una guerra.Buena suerte con el resto de preparativos para la feria (mantente firme con lo de la pitonisa) y cuídate, hazlo por mí.

Tuyo, Terry.

Querida Candy:

Gracias por la explicación sobre la barraca de tiro al coco ¡y también por el dibujo! ¿Así que se trata de tirar una pelota de madera a un coco sujeto encima de un palo y, si lo derribas, te lo llevas a casa? Creo que se me daría bien. Y sí, puede que las coliflores no sean tan exóticas como los cocos, pero hay que arreglárselas con lo que uno tiene, ¿no? Por si sirve de algo, creo que tienes tanta razón en lo del pastel de jengibre como en lo de las coliflores. Me parece que esa Marjorie Walsh tiene poco que envidiar al Führer en lo que respecta a mangonear a la gente, y me enorgullece que le plantaras cara. Lo harás estupendamente en el puesto de tés y estoy dispuesto a apostar a que la feria seguirá siendo un éxito sin esos bollitos, los scones (aunque, como soy yanqui, no he probado un scone en mi vida…).

Querida Candy:

Hace un par de días me llegó carta de mi padre. Mi hermano Alek, ha terminado su instrucción y está en espera de destino. Papá me escribió los nombres de dos lugares donde es más probable que le envíen, pero los censores los tacharon. Supongo que ojos que no ven, corazón que no siente…

Querida Candy:

Hoy he volado de copiloto con una de las tripulaciones nuevas. Se suponía que iba a ser fácil, un vuelo sencillito para ayudarlos a situarse. Terminó en un baño de sangre. Dos de los hombres han muerto durante su primera misión y hemos perdido dos B-17. Esta noche esto está muy silencioso…

Candy, quería darte las gracias por seguir escribiéndome y decirte lo mucho que me ayuda. Me gusta que me cuentes cosas de la feria y los niños del jardín de infancia. Ya tengo la sensación de conocer a Ada, a Marjorie Walsh y a las demás. Te imagino sentada debajo de tu hermoso manzano al atardecer y eso me hace las cosas más fáciles. Me lo describes de una manera tan vívida que casi puedo oler el aroma de las flores. Y en mi cabeza oigo la canción Cuando florece el manzano. Cuídate, ¿de acuerdo? Por mí, ya lo sabes.

T.G.

A Jess se le habían dormido las piernas y tenía el cuello rígido. Le escocían los ojos, señal de que se había olvidado de pestañear. Y de comer. Mientras enderezaba los hombros y arqueaba la espalda, se dio cuenta de que la hora de almorzar había pasado hacía rato. Con cuidado, metió la carta en su sobre y lo colocó en la caja con los demás, al final, para saber por dónde iba. A continuación y con un respingo de dolor cuando la sangre volvió a circularle en los pies, bajó a hacerse un sándwich. Cortó en lonchas lo que quedaba de queso con un gesto mecánico, sin reparar en las manchas de moho en las esquinas del pan. Oía con claridad la voz de Terry GrandChester en la cabeza e imaginaba que estaba allí con ella. Pero ¿y Candy? Seguía siendo tan esquiva y misteriosa como antes.

Me parece que no me cae muy bien, pensó masticando distraída el sándwich reseco y mirando el jardín sin cuidar. Menuda pájara, teniendo una aventura con un aviador americano mientras su marido está fuera para luego… ¿qué? Tirarlo como si fuera un periódico viejo cuando vuelva. ¿Qué clase de mujer haría eso?

Recordó la carta que había llegado allí hacía exactamente una semana, la que llevaba escrito lo de «Personal y urgente».

Nunca he dejado de amarte. Lo intenté, por mi propia cordura, pero no lo logré ni por asomo.

Tragó el sándwich con dificultad, con el ceño fruncido por el dolor que le causó en la garganta y por los cabos sueltos que había en su cabeza. Candice Andley le había roto el corazón a Terry GrandChester, pero había conservado sus cartas. Las había guardado con cuidado, como si significaran algo. Se las había dado a su amiga para que estuvieran a salvo. ¿Significaba eso que quizá, solo quizá, había correspondido su amor?

Continuará...

Queridos Lectores, quizás se les haga un poquito confusa la historia, le van a ir entendiendo poco a poco. (Paciencia chicos y chicas)

JillValentine.

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