Capítulo 15.
Terry prendió un cigarrillo y a la luz del encendedor se dio cuenta de que le temblaba la mano. Tal y como había dicho Candy, nada de aquello era justo. La guerra. Que encerraran a gente en Europa en campos de concentración por la familia en que habían nacido o el templo al que acudían a rezar. Fuego antiaéreo que pasaba rozando el hombro de un chico y acertaba a otro en plena cabeza. Que él llevara a Candy hasta allí, que se acostara con ella y le hablara de un futuro que sabía perfectamente que no estaba en su mano prometer. Estaban sucediendo cosas; las fuerzas aéreas estadounidenses bullían de rumores y especulaciones. Había habido reuniones, se habían decidido nuevas estrategias. Habían estado llegando nuevas tripulaciones para ocupar las camas vacías en Palingthorpe y en las otras bases. Se había hecho un anuncio sobre la Ofensiva Combinada de Bombardeos, en la que aviadores americanos y británicos unirían fuerzas y bombardearían Alemania día y noche para destruir los recursos militares, industriales y económicos de los nazis. Sonaba estupendo hasta que recordabas que los nazis eran expertos en evitar esa clase de cosas, y que la única razón por la que se estaba adiestrando y lanzando al terreno a nuevas tripulaciones tan rápido era porque los tipos de aquellas reuniones sabían que serían necesarios. Porque sabían cuántas pérdidas habría.
En la cama, Candy suspiró y se movió. La luz empezaba a aparecer en el cielo; fría y perlada, pero suficiente para revelar su cara, como una fotografía en un cuarto oscuro. A Terry le dio un vuelco el corazón. Estar despierto en la madrugada pensando en ella no era nada nuevo para él. Durante los meses transcurridos desde que la conoció, desde que empezó a volar y a ver aviones caer del cielo y a hombres despedazados o consumidos por el fuego, Candy había sido su refugio. Sus cartas, su voz, su sonrisa era en lo que pensaba cuando los demonios le susurraban y la adrenalina no dejaba de fluir. Había sido su manera de escapar del miedo a la muerte. Y ahora era la razón por la que más la temía. La miró dormir entre los restos del naufragio de la inmaculada cama de hotel. Las sábanas retorcidas alrededor de su cuerpo desnudo, los cabellos esparcidos sobre la almohada.
Y en ese momento casi deseó no haber encontrado nunca aquel reloj.
—Nuestra cama. No soporto la idea de que duerman otras personas en ella. De que hagan el amor mientras nosotros estamos a kilómetros de distancia el uno del otro.
Las sábanas estaban remetidas y estiradas, el edredón de satén azul había sido rescatado del suelo y colocado pulcramente encima. La habitación volvía a tener un aspecto respetable. Neutral. Era imposible saber que durante tres días había sido su mundo y el escenario de tanta felicidad.
Terry había reservado los regalos que le había llevado para aquel momento, para aligerar el instante de la separación, y sacó las medias de nailon y los bombones del fondo de su macuto junto con latas de piña en almíbar. Había dos de cada.
—Para ti y para Nancy —explicó—. Para agradecerle que nos haya ayudado.
A Candy le dolía la garganta de los esfuerzos por no llorar. No quería que sus últimos momentos juntos se tiñeran de tristeza, y esbozó un amago convincente de sonrisa.
—Con esos tesoros, seguro que Nancy va a querer que visitemos a su madre tan a menudo como podamos. ¿Crees que podremos repetir pronto?
—Eso espero.
Candy asintió, atisbando el continente de incertidumbre que había detrás de las palabras de Terry y comprendiéndolo.

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A UN PASO DE PERDERTE
RomanceUnirse en matrimonio en tiempos de guerra es difícil, pero es más difícil descubrir que tus sueños se derrumban el primer día de casados. Pero entonces Candy conoce el verdadero amor con Terry y sin embargo un abismo lo separa. Él juro amarla toda...