Capítulo 11
Año 1943.
Según la leyenda local, siempre hacía buen tiempo durante la feria benéfica de St. Crispin. Ni siquiera Jacob Fletcher, el residente más viejo de King’s Oak, era capaz de recordar un año en que hubiera llovido.
Por fortuna no parecía que 1943 fuera a ser una excepción, lo que resultó de considerable alivio para el comité de festejos; después de tan asombrosa racha de suerte, que lloviera el día de la feria parecería un fracaso de sus organizadores.
—Bueno, pues creo que ya está todo —dijo Ada con alegría tras comprobar su lista durante la última reunión, en la víspera del gran día—. Las tazas para el té están lavadas y el señor Crabtree traerá la leche a la sacristía por la mañana. Lo primero que hay que montar son las mesas y los banderines. Ah, y tengo que decirle a mi Alf que saque las piezas de la barraca de cocos de debajo del escenario de la sacristía. Ha conseguido reunir una bonita colección de coliflores de todos los huertos.
La reacción a este último comentario alrededor de la mesa fue silenciosa y neutral, puesto que la desavenencia cocos/coliflores seguía levantando ampollas.
El comité se había dividido entre quienes pensaban que la sugerencia de Candy suponía una improvisación divertida y quienes la consideraban un vergonzoso despilfarro de alimentos, puesto que las coliflores terminarían aplastadas por las pelotas de madera.
—¿Y entiendo que la señora Andley se ocupará de los preparativos del puesto de té? —inquirió Marjorie Walsh con forzada despreocupación—. Claro que eso este año no es asunto mío; aunque nadie sabe mejor que yo todo el trabajo que hay que hacer antes. Preparar los scones siempre me tiene en pie hasta la madrugada. Sorprendida mientras trataba de disimular un bostezo, Candy no pudo hablar durante unos instantes.
Lo de las coliflores había sido una minucia comparado con la discusión sobre el té, y todavía no estaba segura de si estar a cargo del mismo era una victoria o un castigo. Durante la primera reunión del comité se había ofrecido a ayudar con el té y sugerido ingenuamente servir pastel de jengibre en lugar de scones para ahorrar margarina.
Marjorie se había tomado aquello como un golpe de estado contra su persona y, con grandes aspavientos, había abandonado la reunión y dimitido de su tradicional cometido de encargada del té. Según Ada, confiaba en que intentarían convencerla para que volviera.
«Pero ya se puede ir olvidando de eso —dijo secamente—. Nos las arreglaremos perfectamente sin ella».
Candy no estaba tan segura.
La luz del sol entraba por los altos ventanales proyectando dibujos en zigzag sobre la mesa, alrededor de la cual todos la miraban expectantes…
Todos menos el reverendo Stokes, que dormitaba apaciblemente. Carraspeó y asintió, sin atreverse a reconocer que a pesar de casi venderle su cuerpo al señor Castle, el tendero, no había sido capaz de conseguir bastante jarabe de melaza para hacer ni la mitad del pastel de jengibre necesario para alimentar a las hordas. Todo aquello le había parecido divertido cuando se lo contó a Terry por carta, pero ahora no tanto.
—Está todo bajo control —dijo, tratando de sonar confiada y de dar la impresión de haber estado alerta y prestando gran atención—. Había pensado hacer también dulces de coco para acompañar el pastel de jengibre… Aunque lo cierto era que el señor Castle solo le había conseguido una minúscula cantidad de coco rallado.
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A UN PASO DE PERDERTE
RomanceUnirse en matrimonio en tiempos de guerra es difícil, pero es más difícil descubrir que tus sueños se derrumban el primer día de casados. Pero entonces Candy conoce el verdadero amor con Terry y sin embargo un abismo lo separa. Él juro amarla toda...