XI

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—¿Lena?

La mencionada se alteró al oír la voz de Linda. ¿Cómo la había escuchado? Claro, súper oído.

—Hey. Sí, soy yo. —La CEO se acercó a la rubia y ésta clavó sus ojos azules en ella.

—¿Qué pasó? Tardaste mucho... ¿Estás bien? —Lena sonrió, agradecida por la preocupación que la otra mujer mostraba.

—Estoy bien. Ahora lo estoy.

Linda le devolvió la sonrisa y miró a su alrededor. Al darse cuenta de que estaba aferrada al sweater de la pelinegra, se sonrojó.

—L- lo siento. Yo- yo- yo-

—Hey, está bien. —Lena cortó los balbuceos de la mujer—. Te ves bonita así. —El sonrojo de Red Daughter aumentó.

—G- gracias. Si- siento haber- haberme dormido en tu- tu cama. —Linda se rascó la nuca, se notaba que estaba nerviosa a leguas.

—Antes de irme creo haberte dicho que te sientas como en tu casa, ¿No? —La rubia asintió—. Entonces que no te de pena.

Ambas mujeres se miraron y sonrieron.

—Lena, deberías dormir. Ven. —Red Daughter amagó a pararse pero la mujer Luthor la tomó del brazo.

—No te levantes, quédate. Quédate conmigo. —Los ojos de Lena, por un momento, parecieron cegar a la pobre Linda. Ésta última parpadeó varias veces ¿Lena Luthor era real? ¿Cómo podía ser tan preciosa? —Si quieres, claro está. —La CEO volvió a hablar al no obtener respuesta de la otra.

—¡Claro que quiero! —Linda se sonrojó por el entusiasmo de sus palabras, sacándole una sonrisa a la pelinegra —Quiero decir, sí. No hay problema. —Lena arqueó sus cejas, divertida, pero terminó por asentir.

Lena se alejó un poco de la cama y se dirigió a uno de sus tantos cajones de ropa. Allí tomó un pequeño short negro y una remera musculosa del mismo color. La CEO rió sin ganas, hasta su pijama era negro. ¿Aquello reflejaba su penosa vida? ¿O sólo era adicta a aquél color?

Lena comenzó a desvestirse, de espaldas a Linda, quien al ver los movimientos de la CEO se cayó de la cama. La mujer Luthor se volteó rápidamente, en brasier.

—¡Linda! ¿Estás bien? —La CEO se acercó corriendo a la rubia, suerte que ya se había sacado los tacones.

—¿Qué? Sí, sí. Estoy bien. —Los ojos de Linda cayeron al brasier rojo de la pelinegra—. Rao.

—¿Cómo dices? —Lena arqueó sus cejas. Sabía muy bien donde Linda miraba.

—Que- que- ¡Debo rezarle a Rao! —Lena mordió su labio, reprimiendo una risa, pero asintió.

—Puedes hacerlo aquí, no me molesta.

—N- necesito  pechocidad ¡Privacidad! Privacidad. —Linda había comenzado a sudar, la rubia cerró sus ojos por un momento y luego, mirando al suelo, se levantó de la cama—. Vuelvo en un momento.

—¿Sabes? Un hombre, apodado el padre del psicoanálisis, decía que los actos fallidos, en este caso equivocarse en una palabra, denominado lapsus linguae, significaban algo; Algo reprimido para uno, como puede ser el deseo. ¿Qué piensas de ello?

—Qu- que el hombre tal vez tenía razón. ¿Quién era? —Lena sonrió.

—Ve a rezar a Rao mientras me cambio y después, si quieres, te hablo de él.

Linda asintió y, torpemente, se alejó de la habitación.

.

Una vez Lena se marchó del DEO, dejando a Kara sola, ésta llamó a su hermana para informarle lo que había sucedido.

Red Daughter - SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora