Es mi cuerpo, es mi decisión.

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Noah se había ido y Simona se sentía sucia, por lo que sintió la necesidad de ducharse nuevamente. Así como sentía su cuerpo sucio, sentía también sucio el ambiente y todo aquello que pudo haber tenido contacto con el joven. En esta manía, cambió las sábanas y limpió cada centímetro de su cuarto, pero había algo que no la dejaba tranquila: no usó condón y el drama no era un embarazo, sino que era la sensación de estar sucia por dentro, por lo que tuvo que ponerse un protector femenino para no ensuciar su ropa interior.

Al principio se sintió culpable hasta que  pensó "es mi cuerpo, es mi decisión. Yo veré lo que hago con él, nadie más que yo es dueña de este cuerpo" y, bajo esta lógica, logró desechar la culpa para seguir adelante con la vida. Así que tomó Macbeth de Shakespeare para terminar su ensayo de literatura moderna.

Esa tarde de sábado salió a caminar. Bajó un largo cerro hasta la playa ¡Cómo amaba Valparaíso! ¡Cómo amaba el mar! Se sentó a mirar la infinitud del mar y comenzó a escribir poemas de amor para Damian; entre reflexión y reflexión se dio cuenta que ya no quería a Noah, que ni siquiera lo amaba, que ya no le importaba si seguía hablando con Megan o no. Ahora, creía estar amando a Damian, por lo mismo que comenzó a escribir sobre él. Se sentía renovada, feliz, completamente enamorada y llena.

Sin embargo, se sentía dispuesta a seguir consumiendo cuerpos, pero esa no era la idea. Ahora lo único que quería era estar con Damian y volver a tener esas deliciosas rutinas de estudio, donde la literatura y el cariño nacían en ellos. Luego, hacer el amor con él y dormir.

En eso, tiene una idea: mañana domingo ir a buscarlo a la estación de buses, a modo de sorpresa. Podría esperarlo con una once rica, típica sureña, así como las hacían en su ciudad natal. Un kuchen o queque, tecito caliente y caricias.

Consumidora De CuerposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora