Otra voz

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Frente a mi tomaba su café, sus delgados dedos sostenían la taza y comía lentamente su pan francés. Permanece muda y con los ojos esquivos cada vez que poso mi mirada en la suya, como si se sintiera incómoda o avergonzada. Tan solo quiero que su rostro haga sonrisas, verla feliz, feliz con ella misma, amándose. Sin embargo, tiene el rostro serio y sufriente, como si el cuerpo completo le doliera, como si toda su vida le pesara sobre los hombros. Se ve triste, pero aún con su ceño triste, la quiero.

— ¿Por qué me miras tanto? — dice después de un rato.

— ¿Te molesta? Te ves muy tierna cuando mueves tus ojitos hacia los lados. Creo que me gusta.

— Ah — dice con un suspiro.

— Por favor, no estés incómoda. ¿Como te sientes?

— Me duele el cuerpo aún y me tiembla todo. Me siento muy triste aún, muy basura...

— Pero no lo eres — interrumpo.

Otra vez hay un silencio y no se si Susan tiene claro de que muchas cosas que ella piensa de si misma no son ciertas. Creo que no se da cuenta de muchas cosas, está completamente ciega y no sé qué cosas le han pasado para dejarla tan dañada, en este estado tan deplorable. Odio decir esto pero su aspecto cada vez empeora, se ve muy descuidada: su piel está seca, su rostro pálido y ojeroso, su cabello enredado, y hasta está más delgada. Siento pena por ella, solo quiero cuidarla y darle mucho amor, porque lo necesita, sin embargo, no sé cómo decirle que la quiero, que la amo.

— Supongo que debería decir que no soy una basura, pero no puedo creerme eso — dice Susan de repente.

— Tranquila, te ayudaré y estaré ahí pase lo que pase. No te dejaré sola.

Ella por fin dibuja en su rostro una sonrisa, aunque tímida, pero sonrisa después de todo. Le tomo su mano y la acaricio lentamente, luego le pregunto si quiere más café, ella responde que prefiere un té, porque el estómago aún le duele mucho. Le hago un té con azúcar y se lo dejo sobre la mesa.

— Te ves bonita cuando sonríes. Nunca dejes de sonreír, Susan, tienes que ser feliz.

Ella vuelve a sonreír y a esquivar mi mirada. Me gusta cuando mueve sus ojos de un lado a otro, son tan expresivos y su mirada dice mucho sobre sí misma. Sin embargo, a pesar de que sonría ahora, sus ojos cargan una pena muy dura y lo revelan con creces.

Luego de un rato, nos sentamos en mi sofá, poco a poco la luz comienza a desaparecer y la noche comienza a nacer, lentamente. Ella recuesta su cabeza en mi pecho y yo comienzo a acariciarle el cabello, creo que el silencio es nuestro lenguaje. Quiero besarle la frente, pero no me atrevo, es mucho y no quiero pasarme con ella.

Poco a poco, ella comienza a cerrar los ojos con relajo hasta dormirse. Yo la miro dormir, y por fin logra verse apacible, como si ese descanso significara mucho más que eso, signifiara paz y el principio de muchas cosas buenas. Sigo mirandola y acariciando su cabello, no resisto en besarle la frente, le di un beso largo y tibio.

Pronto, interrumpo su descanso para llevarla a la cama:

— Vamos, a dormir como corresponde, pequeña — le digo.

— No me dejes sola— murmura.

Yo me quedo perplejo, como si cada palabra hubiera atravesado mi pecho, dandome vagas esperanzas de amor, porque así como ella necesita cariño, yo también. A veces me siento solo y a pesar de que tengo a Edgar a mi lado, necesito alguien que quiera formar algo conmigo: viajar, tomar fotografías, enviarnos cartas, cocinar, desayunar juntos por las mañanas... en fin. Poco a poco comienzo a sentir esas ganas de hacer aquellas cosas con Susan, pero no sé si ella esta lista para empezar otra relación en el estado en que se encuentra, y tampoco sé si siente lo mismo que yo por ella. Simplemente, dejaré que las cosas sigan su curso como se le dé la gana y yo me dejaré llevar por lo que se le antoje al destino.

Cuando acompaño a Susan a la cama, me dice que me quede con ella un rato, que no quiere quedarse sola, que le duele el cuerpo. Me quedo con ella, acariciandole el cabello y mirando la fragilidad de su cuerpo acurrucado a mi lado. Siento pena por la vida de Susan, porque en el fondo es como una niña atrapada en un cuerpo adulto que constantemente sufre.

— Cuéntame una historia — susurra entre la vida y el sueño.   

Consumidora De CuerposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora