Vomitar lo que te hace mal

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Abro los ojos luego de ver bailar las paredes en la noche y aún todo me da vueltas. Tengo en el estómago una sensación horrible, como si hubiera tomado ácido y me hubiera arrebatado algún órgano. Me sentía vacía por dentro e incapacitada de poder llenar mi interior, todo el cuerpo de dolía y me pesaba, me costaba tanto mover alguna de mis extremidades que tan solo intentarlo me temblaba todo, junto con un escalofrío que recorría mi espalda y estómago. Sé que aún siguen ahí las pastillas y solo quiero vomitarlo todo, vomitar todo lo que me hace mal en mi vida, pero me cuesta tanto.

Abraham se quedó toda la noche conmigo y recién ahora que despierto puedo hablar y pensar por mi misma. Anoche fue todo muy espantoso y hoy siento que mi cuerpo batalló todo ese tiempo para mantenerse aquí. Ahora, me siento mejor pero no estoy del todo bien, me toma mucho trabajo levantarme y mantenerme en pie, es muy probable que el plan de hoy que hizo mi amigo no se concrete, porque estoy aún muy delicada, y no sé qué podría pasar más tarde.

El día continúa siendo grisáceo y oscuro. Una tenue luz se cola por la cortina e ilumina mi rostro pálido, supongo que me hace ver tan horrible como me siento. Tengo el cabello grasiento por tanto sudar en la noche y tengo la espalda húmeda, realmente necesito una ducha caliente con urgencia. Sin embargo, me da miedo encerrarme sola en el baño, porque puedo caer, desmayarme o morir mientras me ducho. Estoy muy ansiosa.

Me levanto lentamente de la cama y Abraham me alcanza mi bata, con la que me cubro rápidamente. Bajo las escaleras con su ayuda y muy despacio para no marearme y al llegar a abajo, me siento en una silla, apoyando mi codo en la mesa. Mi amigo prepara el desayuno y mientras realiza la labor doméstica, comienza a preguntarme lo que me pasó ayer tal como lo hacen las madres cuando quieren examinar cuidadosamente algo que sus hijos no se atreven a contar fácilmente. Comienzo a contarle lo que sentí en ese momento: las fotografías y la tristeza repentina que no pude controlar. Mis palabras fueron escasas, porque en realidad se me hacia muy dificil explicar y en el fondo no me sentía preparada para detallar.

En ese momento recibo un mensaje de Thomas:

" Hola, ¿Cómo sigues? Abraham me contó lo que pasó, quiero verte hoy para saber cómo te ves y si estas bien. Estoy muy preocupado. No sé dónde vives, ¿me das tu ubicación por Whatsapp?"

Quedé perpleja, había olvidado todo lo que viví en casa de Thomas y que era alguien presente últimamente en mi vida, me sentí tan bien por saber que habían personas que se preocupaban por mi y que querían verme bien. Sin embargo, también me siento egoísta por querer arrebatarme la vida y arrebatar mi persona de sus vidas, nunca pensé que le importara realmente a los demás, nunca me vi en ese escenario. Lo importante es que ahora lo sé y se siente maravilloso ser querida por tus amigos... siento, extrañamente, felicidad a pesar de un día tan feo como este y en una cirscuntancia tan rancia como esta.

Cojo el teléfono y le respondo a Thomas con mi ubicación. Espero un momento su respuesta y pronto me dice:

"Ok, voy en camino"

Thomas vendrá a verme... y yo con esta cara de orto post intento de suicidio. Me siento un poco urgida y nerviosa, como la típica chica de serie para adolescentes que necesita una fashion emergency. En mi caso, ando en una bata, con pantuflas, un tomate hecho muy a la rápida y la cara pálida verdosa. Me veo fatal.

Consumidora De CuerposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora