Poco a poco Tomás fue cerrando sus ojos y, sin estar consciente de ello, se durmió al lado de Susan. El frío los despertó, pero siguieron durmiendo juntos hasta el amanecer. La mañana sería importante, pues hoy seria el inicio de muchas cosas en la vida de la joven, y que, ambos esperaban que las cosas mejoraran.
Al amanecer, Thomas se levanta y deja el cuerpo tibio de Susan sobre la cama, arropandola con cariño. Luego, comienza a hacer la misma rutina de siempre, pero esta vez incluyendo a Susan en ellas: dos platos de pan, dos cucharas, dos tazas, etc.
Pronto, la joven se despierta con el familiar sonido del cuchillo siendo dejado sobre el plato de pan y el sonido del hervidor a punto de hacer ebullir el agua. No podía sentirse más como en casa y feliz, por un momento pensó que no era necesario un tratamiento psicológico para sanar, sino que necesitaba quedarse con Thomas. El departamento de él tenía muchas cosas que ella anhelaba para cuando tuviera su propio lugar, su propio hogar, sin embargo, no podía esperar quedarse en un lugar que no era suyo ni esperar que sus problemas se solucionaran esperando bajo el brazo protector de un hombre que no era más que su amigo.
Se levantó cuidadosamente de la cama para evitar un mareo y, al descender sus piernas, pudo tocar con los pies la alfombrita peluda. Miró al frente y respiró el aire fresco que entraba por la ventana, sintiendose renovada y serena. Era una mañana bonita e inspiradora.
El cuerpo de Susan aparece en el living, completamente desordenado, típico de una recién levantada. Fija los ojos en la mesa, en el pan tostado, en las tazas, en la mermelada, en el mantel... era un mantel precioso. Se sienta como por costumbre y se sirve agua caliente para tomarse un té, Thomas la saluda con un Buenos días y ella le responde de vuelta, como si se tratara de un diálogo aprendido.
Susan comienza a pensar en lo curioso que resulta la atmósfera del departamento, como si fuera siempre el de una biblioteca: mucho silencio, aislado de la sociedad, un refugio. Como siempre evita cruzar miradas con Thomas, la verdad, porque hoy estaba muy ansiosa por la visita al psicólogo. En su mente solo repite: será solo un rato, solo un rato, Susan, tú puedes.
***
En una sala de espera común, con algunas plantas, revistas y cuadros de paisajes, estaban ambos, Susan y Thomas. La joven, jugaba con sus ambos pulgares a moverlos en círculos, miraba constantemente a su alrededor esperando ver al psicologo decir su nombre. Sin embargo, cada vez que salía alguien a llamar personas, ella no era. Pasaron algunos minutos y solo se concentró en el tic tac del reloj de pared; era un ruido molesto, solo hacía sentir a Susan más ansiedad de la que ya sentía.
Pronto una mujer llamó a Susan, su psicologo era en realidad una psicologa. Fue una sorpresa para ella, porque nisiquiera se le paso por la mente tener a una mujer qué contarles sus problemas, sus miedos, sus inseguridades. Siempre tuvo en su mente el prejuicio del hombre gélido escuchando sus atados.
***
- Cuentame, por qué estas acá
- Porque me he dado cuenta de que no he sido feliz. He intentado suicidarme
- Comprendo y hace cuánto te sientes así
- Varios años en realidad, pero cada vez se va intensificando
Continuaron hablando, a veces Susan respondía solo con monosílabos a las preguntas preguntas de la psicóloga. Su nombre era Miriam y tenía una cabellera roja espectacular. Sin embargo, aun existia una barrera que las dividía, resultando así muy compleja la comunicación entre ellas.
-No eres muy buena para hablar
- Prefiero las palabras escasas y el silencio. Me cuesta hablar las primeras veces.
- Entiendo
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Consumidora De Cuerpos
Teen FictionSusan es una joven estudiante universitaria de literatura que deja su ciudad natal para mudarse a Valparaíso. Sin embargo, una sensibilidad especial comienza a apoderarse de ella, desencandenando en una fuerte depresión que la hunde más y más. En la...