"Mi primer trabajo" repito mientras voy en la micro. Me he arreglado: llevo ahora el cabello rojo, estoy maquillada y visto semiformal, pero cómoda. Siempre que voy en la micro, prefiero sentarme al lado derecho y a la ventana, porque me gusta ir viendo el mar, así que hoy no fue la excepción.
Cuando llegué al restaurante, que quedaba en Valparaíso, entré timidamente. Habían tres hombres en el primer piso y me señalan que baje por las escaleras, que la parte principal estaba en el subterráneo. Así que bajé, saludo y me presento. Inmediatamente me pasan el uniforme y me mandan a picar cebolla, porque antes de comenzar a garzonear, hay que preparar el pebre.
Cuando me muestran cuántas cebollas debo picar casi me voy de espaldas. Era una malla como de 10 kilos, pero bueno, trabajo es trabajo. No puse color para comenzar, así que lo hice lo más rápido posible... qué bueno que mi madre me enseñó a picar cebolla.
Pronto escucho que alguien me dice:
- ¡Buena flaca! Eres bacán picando cebolla, dale no más, ánimo.
Yo no pude distinguir la cara de la persona que me dijo eso, bueno, claramente distinguí que era hombre por la voz, pero tenía los ojos tan llenos de lágrimas que todo se veía borroso.
Luego de terminar de picar cebolla, el tomate estaba listo, ya que simultáneamente mientras picaba la cebolla, alguien más picaba el tomate. Me tocó aliñar el pebre: me quedó genial.
La parte difícil del asunto era captar clientes y atenderlos. Pronto tuve mi primer cliente, después un segundo y tercero. Hice tres clientes en el día. Lo hice bien. Los últimos clientes que tuve eran brasileros, así que desempolvé mi portugués primitivo y me comuniqué con ellos. Me dieron propina doble.
Cuando cerraron el local, llamado a todo esto Delicias Porteñas, nos quedamos un rato charlando entre todos quienes trabajaban ahí, así que aproveché de conocerlos a todos. Mientras el cajero contaba el dinero que debían pagarnos, el dueño nos regaló cervezas y yo me puse a conversar después con el chico que me habló mientras picaba cebolla. Se llamaba Thomas.
Me contó que en su tiempo libre se dedicaba a ser poeta maldito porteño. Mucha de su poesía era crítica social, lo que él llamaba realismo sucio. Pensé que ese era un concepto muy interesante a tratar en la literatura, aunque por mi parte no sé si seria esa una corriente formal reconocida en el área, pero si no, Tom era un pionero.
Al salir, me pagaron un buen dinero con el que me fui feliz del restaurante. Me fui caminando por las calles de Valparaíso con Thomás, charlando de literatura. Le conté que estudiaba literatura y lingüística en la universidad. Él me contó que nunca pudo entrar a la universidad por temas económicos y filosóficos, pues él no estaba de acuerdo con que para estudiar literatura debas entrar a una casa de estudios, la cultura y literatura nacen en las calles. Así es como él concebía la literatura en su mundo. Me sentí un poco mal por estar bajo las faldas de la universidad y no crear conocimiento por mi misma, pero allá cada uno con las cosas que se piensan.
Para continuar la conversación me invitó a un bar, pero yo estaba tan cansada que tuve que negarme a ir. Además yo me conozco, cuando comienzo a beber no puedo parar y yo quería cuidar mi dinero.
En fin. Estoy agotada y necesito descansar. Quiero solo llegar y comer algo rico.
Pasaré a la pastelería que está en la esquina y me compraré una empanada vegetariana. Son maravillosas. Por ahora, debo ser paciente mientras la micro me deja en casa. El camino es largo.
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Consumidora De Cuerpos
Teen FictionSusan es una joven estudiante universitaria de literatura que deja su ciudad natal para mudarse a Valparaíso. Sin embargo, una sensibilidad especial comienza a apoderarse de ella, desencandenando en una fuerte depresión que la hunde más y más. En la...