Otro comienzo

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Había llegado a su departamento, la luz entraba por las ventanas como pequeños hilos en el aire y Edgar descansaba bajo de aquellos hilos con placidez. Pronto sentí en mi pecho una espesa melancolía y solo quería tirarme al suelo y llorar, era como si la batalla hubiera terminado, como una tregua conmigo misma: no más daño, no más tormentos. Una espesa acumulación de lágrimas se situó al borde de mis ojos queriendo escapar, no aguanté más y comencé a llorar desconsoladamente, ocultando mi rostro entre mis dedos.

Thomas me abrazó entre su cuerpo cálido, dejando el mío en el suyo, sin fuerzas, muerto y desvanecido. Lloré hasta el cansancio y entre mi llanto lo escuché decir:

- Susan, es hora de que busques ayuda psicológica, que tengas un tratamiento para que mejores, para que seas feliz, para que puedas vivir en paz. No es mi intención meterme en tu vida, pero yo... Te quiero y quiero verte bien. Eres una mujer maravillosa y no sé qué haría si no estuvieras aquí, te quiero mucho, en serio que eres muchas cosas y no sé cómo he sentido esto en tan poco tiempo. Como te digo, no es mi intención meterme en tu vida y causarte molestias, pero hice algo por ti y considero que es lo mejor: te pedí una consulta para psicólogo... Es mañana ¿Cómo lo ves?

Quedé muda, sentí que debía asumir que tenía problemas, que había caído bajo, que estaba al fondo de mi misma en una fosa de malos recuerdos y experiencias. Comencé a pensar que estaba loca, que todos me veían como una enferma y un problema. Por un momento pensé que Thomas me veía así, que en realidad nada de lo que me decía era sincero, que estaba en mi contra al igual que muchas personas que están en mi círculo más cercano. Se me ocurrió preguntarle:

- ¿Crees que soy una loca enferma?
- No, Susan. No quiero que pienses eso, por favor. Eres una chica maravillosa con muchos talentos y lindas cualidades. Solo quiero cuidarte, sin malas intenciones, porque te quiero mucho - me dice, siento que cada palabra se aloja en mi pecho, grabándose en mi interior y endulzando la hiel en mi garganta.

- Gracias - le susurro.

Nos levantamos del suelo, nos volvemos a abrazar y secamos mis lágrimas. Yo río. Él ríe. Reímos juntos. Lo miro a los ojos y siento un profundo cariño por él. Siento algo, pero no tengo claro qué es y me da miedo sentirlo, porque no quiero traicionar nuestra confianza y amistad.

Dejo mis cosas en la pieza de Thomas y no, no dormiríamos juntos, yo me quedaría en su pieza y él en el living en un sofá cama. Me encantaba su pieza, porque era muy acogedora e iluminada, no pude resistirme a tenderme en la cama y cerrar los ojos por un momento. Los pequeños hilos de luz, recorrían mi rostro y sentí un gran relajo. Permanecí quieta, el calor invadía mi cuerpo, poniéndolo tierno y en posición fetal, el sueño poco a poco comenzaba a invadirme y mis ojos comenzaron a cerrarse. Quedé dormida.

Poco a poco comencé a escuchar los platos, cucharas y tazas chocar entre sí, como cuando mamá ponía la mesa con torpeza y desgano. Cuando escuchaba la loza chocar asi, sentía que todo iba mal, porque me recordaba a mamá cuando estaba aburrida de nosotros y siempre estaba estaba enojada. Sin embargo, no era mamá, era Thomas quien ponía la mesa con torpeza. Al levantarme noto que me cubre una manta y me siento mimada, querida, feliz.

Me levanto y ahí esta sentado Thomas junto a la mesa, con café y pan francés, al frente hay una taza y un plato de pan vacíos: esos eran para mi. Me siento y me sirvo café, como un trozo de pan, pero el estómago aun me duele por las pastillas. Siento mi cuerpo débil y decaído, a ratos me recorre un frío por la espalda y me tiritan las piernas. Por un momento, el silencio se apodera de la atmósfera cálida y se lo devora por completo; la ciudad también se silencia por un momento y solo puede oírse, tenuemente, el mar. Thomas rompe el silencio:

— Mañana, a las 10 am tienes que ir a psicólogo. Yo te acompañaré — sentencia.


Consumidora De CuerposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora