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"Nuestro carácter nos hace meternos en problemas, pero es nuestro orgullo el que nos mantiene en ellos"

Me considero una persona afortunada respecto a dolores físicos experimentados a lo largo de mi vida, el mayor de ellos ha sido una apendicitis que no duró mas de 2 días hasta que me extirparon el órgano en cuestión, nunca me he fracturado ningún hueso, me he roto algo, o tenido algún accidente de gravedad.

Aunque preferiría haber sufrido todo eso y no el dolor que causa querer a alguien y no poder decírselo. Porque cualquier hueso roto, cualquier herida expuesta, se puede curar o en casos extremos se pueden extirpar y el dolor termina pero ¿Cómo curamos las dolencias de nuestra alma? ¿Cómo sanamos aquello que no podemos ver y mucho menos tocar? Día a día me he hecho estas preguntas, y llegué a una conclusión: hacia adentro. Pero ¿De que forma? Ya llegaremos a ello. Aunque quizás no en esta obra.

Saliendo de aquel bar aquella noche recuerdo el aire frío golpear mi rostro caluroso debido a el alcohol recorriendo mi torrente sanguíneo pero podría jurar que también se debía a pensar en ti, en cómo habrías ido una vez más detrás de aquel que no le interesas de esa forma en absoluto, de aquel que ni siquiera puede adorar cada detalle de ti, cada sonrisa traviesa, cada regaño bien intencionado, cada berrinche sin sentido que te hace ver adorable, cada consejo acerca de cómo vivir y como mejorar, esa forma tan peculiar que tienes de ser independiente y vivir sin importar la opinión ajena sino únicamente valorando la de los que te importan, esa fortaleza a la adversidad, esa forma de vivir la vida al máximo pero de forma responsable... Todas esas cualidades que él nunca podría adorar, pero quizás no porque no lo deseara o porque no te quisiera sino porque a él no se le había concedido la misma vista que a mi si, y sé muy bien que aquello suena arrogante, o prepotente pero para mi no lo es, y también sé que no depende de mi decidir eso pero en aquel momento y bajo aquellos efectos solamente podría pensar en eso, en cada detalle de ti que no pasaba inadvertido a mis ojos, y cada vez que recordaba hasta las cosas que se podrían considerar "malas" solo me quedaba sonreír, porque te quería y con una intensidad que no es común ni bien vista hoy en día.

Procedí junto con mi mejor amigo a ir a cenar algo para neutralizar de alguna manera los efectos de las bebidas alcohólicas y mientras esperaba mi comida me quede solo por unos momentos, y allí pensé en marcarte y contarte todo de una buena vez, arriesgarme a tenerte toda la vida conmigo o a perderte... Y en medio de ese pensamiento sentí como aquella idea -la de perderte- me consumía, me creaba sentimientos que no podría explicarlo a menos que estuvieses dentro de mi ser, porque antes de quererte, antes de sentir todo lo que siento por ti fuimos amigos, y valoraba en aquel momento eso más que ninguna otra cosa, no quería arruinar algo que iba a la perfección y que nos hacía felices a ambos, pero muy dentro de mi -allí donde me engañaba con esos pensamientos- sabía que el no decir las cosas ni expresar mis sentimientos hacia ti me iba a destruir lenta y horrorosamente.

Justo en ese momento nos trajeron la comida y entonces continúo la plática:

-Entonces ¿Debería dejarle de hablar hasta que ella lo haga?

-Si, debes ver si tiene interés en ti o si solamente te busca cuando te necesita.

Y en aquel momento con tantas cosas en mi cabeza pensé que aquello era lo mejor, que tenía que "tantear" el terreno para ver si tenías algún interés en mi o si solamente me veías como a uno más.

-Tienes razón, pero no es fácil, ella no sabe el porque de las cosas.

-Y así debe seguir si quieres tener algún día una oportunidad con ella.

Y continuamos comiendo, no pensé mucho en sus palabras porque estoy seguro que siempre me dijo las cosas con la mejor de las intenciones, pero ahora viendo todo en retrospectiva fue un consejo terrible, porque yo no quería únicamente una oportunidad contigo porque eso pudo pasar aunque no sintieras lo mismo, mi objetivo era saber si tú me querías de la forma que yo te quiero, o si algún día lo llegarías a hacer, o si el hecho de que supieras como me siento yo hiciera que en el fondo supieras que tú te sientes exactamente igual, y el camino para ello -como es obvio- no era ignorarte o tratarte distinto a cómo lo venía haciendo, porque no era yo esa clase de persona.

Después de disfrutar nuestra cena procedimos a volver cada uno a su destino, y al llegar a mi casa no entré inmediatamente sino que subí a el lugar donde mis ojos te miraron tan bella aquella vez, y mirando hacia tu ventana -como todo buen acosador- pensaba en todo lo que habíamos pasado, y a pesar de que en el momento no haría lo indicado ni mucho menos lo correcto acorde a la situación no podía dejar de pensar en los dos, en todo lo vivido y en lo que nos faltaba por vivir, y sabía muy bien en toda mi mente, mi corazón y mi alma que aquella idea de casarme contigo no era tan loca después de todo, y en aquel momento supe que nunca había estado tan cuerdo en mi vida como lo estaba aquella noche.

Y lo imaginé... te imaginé a ti caminando hacia mi vestida de blanco, con tú sonrisa tan encantadora y quita alientos, con tus mejillas sonrojadas y tú mirada poderosa observándome, dándome la confianza de que a partir de ese momento nada volvería a ser difícil porque -aunque los problemas pudiesen parecer el fin del mundo- sabría que tomado de tu mano sería sencillo de solucionarlo, junto a ti cualquier dificultad que se atravesar en nuestras vida parecería un simple juego de niños.

Y allí con ese pensamiento en mi mente procedí a jurar ante mi y ante todo lo que creo que nunca podría dejar de quererte, por todo lo que significas para mi...

S.D.E. ÁgapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora