Capítulo 17: Inesperada primera vez

28 2 1
                                    

Zoe daba vueltas por la cocina muy alterada y sin soltar la carta, negando que pudiera estar ocurriendo. No entendía nada, antes de explicar lo escrito en la carta comenzó a actuar extraña.
-¿Me vas a explicar qué es esta locura?
Era como si no me escuchara, oculta en sus pensamientos.
-No, no ahora…
Me levanté y me puse delante suyo, se limitó a parar de caminar y seguir envuelta en sus pensamientos.
-Vamos, dime que pasa Zoe. No es gracioso.
Dio media vuelta y continuó balbuceando negaciones, pero antes de que siguiera andando le abracé por la espalda.
-¿Qué haces?
-¿Calmarte?
-Ni lo intentes… no entenderias la situación.
-Déjame intentarlo, dicen que un abrazo ayuda siempre.
De repente empezó a reirse y parecía algo más relajada.
-¿Dicen? Parece que nunca te hayan dado uno por como hablas.
-La verdad es que…
Sin previo aviso me agarró de ambos lados de la mandíbula y juntó sus labios con los míos.
-¿Q-que haces?
Se separó unos pocos centímetros y me miró a los ojos.
-Más que un abrazo necesito esto.
Volvió a besarme una y otra vez, cada vez con más intensidad.
-Cal…
Me calló a besos y pegó su cuerpo con el mío.
-Esto sobra, ¿no crees?
Se quitó la camiseta de tirantes y volvió a pegarse a mí, no llevaba nada debajo. Continuó con los besos mientras me acariciaba el torso de arriba a abajo, volviendo a subir y acabando con las manos tras el cuello.
-Vamos pasmarote, déjate llevar, ¿o no has besado nunca?
-Hay una primera vez para todo.
Ambos sonreimos y me mordió el labio inferior. Puse las manos en su cintura y se puso de puntillas para alcanzar mejor mi boca.
-Vamos a un sitio más cómodo cielo.
Su tono era mucho más dulce que antes.
-¿Cómo cual?
-Mi cama parece un buen sitio para probar.
Me agarró la mano y me llevó hasta su habitación, tirandome sobre la cama de un empujón. Tras eso dejó caer su pantalon corto hasta los tobillos, tirando este lejos. Quedé boquiabierto, mientras se sentaba sobre mi entrepierna me fijé en cada una de sus curvas.
-¿Te gusta lo que ves?
Le respondí volviendo a besarla, esta vez buscó mi lengua con la suya, jugando entre nuestras bocas. Comenzó a mover sus caderas, frotando su entrepierna contra la mía, a cada movimiento notaba un calor que recorría todo mi cuerpo estremeciendome, era una sensación nueva, muy agradable, necesitaba más. Más de esa sensación, más de ella, así que llevé mis manos a sus nalgas, pero justo antes de agarrarlas me frenó, agarrando mis muñecas las puso contra la cama y comenzó a besar mi cuello, luego bajó hasta el pecho, seguía bajando con cada beso, pasando por cada abdominal.
-Tienes que dejarme experimentar con este cuerpo…
-Estás a punto de hacerlo.
Continuó con los besos hasta llegar al pantalón. No se detuvo. Siguió besando a medida que lo bajaba, sin embargo, mientras el pantalón seguía bajando, los besos se centraron en la entrepierna. Una vez estuve desnudo se incorporó, y totalmente ante mis ojos, se deshizo de su ropa interior negra.
-Si esto sale bien puedes quedartelas cómo regalo.
No entendí porqué, pero daba igual, sólo podía pensar en el calor, en su delgada figura, en esos intensos ojos de varios colores que observaban los míos. Volvió a frotar su entrepierna contra la mía, esta vez la sensación era más intensa, pero duró poco. En un instante se levantó un poco, y comprendí lo que estaba por hacer.
-Espera… mis escamas… van a doler.
Realmente quería que lo hiciera, entre jadeos deseaba que continuara con esto.
-Quizá… hagan esto más entretenido.
Comenzó a descender y noté un impulso por todo mi cuerpo. Cerré los ojos y concentré mis sentidos en el placer, en cada chispa de placer que me recorría de pies a cabeza. Ella soltó un largo gemido que no detuvo hasta llegar al final, apoyó sus manos en mi pecho y me di cuenta de que estaba esperando algo.
-Vamos dragoncito, se que quieres hacerlo.
No me detuvo cuando volví a llevar mis manos a sus nalgas, agarrandolas y comenzando a mover las caderas. También movió las suyas, ambos poco a poco, disfrutando de cada movimiento. Pasaron las horas y seguíamos moviendo nuestros cuerpos, apenas pudiendo pensar en nada más que el placer, ella se tumbó sobre mi pecho y abrazó mi espalda con fuerza, subiendo el ritmo de sus caderas.
-Zoe…
-No te preocupes, hazlo.
Volvió a buscar mis labios y nos agarramos con fuerza, llegando al éxtasis con tanta intensidad que ni las lenguas puedieron ahogar los sonidos entre sí.

Batalla celestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora