Julia se pasó por encima de sus hombros la mochila. Pesaba. Creía que solo llevaba lo justo y necesario pero pesaba. Tal vez lo que pesaba era su conciencia pero eso no lo sabía.
Besó en los labios a su novio antes de irse. Quería pedirle ir con ella. Pero no quería agobiarla. No quería meterla en un jaula, hacerla prisionera y que quisiera huir. Con Julia todo es inesperado. Lo tenía claro, no debía agobiarla. Y eso era lo que Julia quería, que no la agobiara.
Cuando bajó del apartamento de su chico el coche estaba esperándola abajo.
Pitaron al verla llegar. Y Julia corrió al encuentro de sus amigas. Dejó la mochila en el maletero del coche y se sentó en la parte trasera, justo al lado de Marta y Marilia. Conduciendo iba Alba y a su lado Natalia.
—¿Listas?—Preguntó Alba antes de poner en marcha de nuevo el coche.
—No os lo he dicho, pero vendrá Dave.—Dijo Julia a lo que sus cuatro amigas se giraron para mirarla.
—A mi me parece bien.—Se atrevió a decir Marta.
—Y a mi, es una ricurita.—Apuntó Marilia.
Natalia y Alba simplemente alzaron los hombros en señal de indiferencia.
Solo era mediodía y para cuando las chicas quisieran llegar a la sierra ya sería entrada la tarde. Por lo que tendrían que darse prisa en llegar si querían aprovechar la luz natural para poder montar la tienda de campaña.
—Julia, ¿te has acordado de traer las linternas?—Preguntó Alba.
—Sí y un par de farolillos.—Aclaró Julia.
—¿Se los has robado a Rubén?—Preguntó Marilia.
—Claro, como ahora se pasan el día juntos...—Dijo irónica Marta. Aquello no era mentira del todo. Desde la tarde en la que Julia le había confesado a su novio que quería vivir con él, había aprovechado al máximo el tiempo para estar con su chico. De alguna manera pasar tiempo con él la ayudaba a redimirse de su error. De pagar de alguna manera la traición que había cometido. No se lo merecía. Era bueno. Justo. Amable. Y sobretodo la amaba por encima de todas las cosas. Y Julia se esforzaba en corresponderle. En parecer por lo menos que devolvía una mínima parte de lo que él le daba. Pero no llegaba. No lo hacía.
—Ha decidido irme a vivir con él.—Confesó Julia de golpe. Esta vez Alba paró el coche de golpe y se giró para mirarla a la cara.
—¿Pero tú te has vuelto loca?—Le preguntó, seria.
—Pero ¿No es eso lo que queriaís todos? ¿Lo normal?—Preguntó Julia que no entendía las miradas de sus amigas.
—Pues sí Julia, sería lo normal si lo tuvieras claro y fuera eso lo que quisieras.—Dijo Alba volviendo a girarse y poniendo en marcha su coche.
—¿Y quién te ha dicho que no lo tengo claro?—Dijo Julia cruzando los brazos sobre su pecho.
—Vamos Julia, hay que estar ciego para no darse cuenta de que no es eso lo que quieres.—Remató Marta.
—Bueno, ¿Y qué? Es lo correcto.—Sentenció Julia. Sentencia con la que sus amigas no estaban para nada conformes.
No tardaron mucho en llegar a la sierra. Una amplia explanada de pasto amarillento, seco por la falta de humedad y la sequía de los ultimos tiempos. No muy lejos de donde habían aparcado había un pequeño bosque verde con un minúsculo lago. No era la primera vez que las chicas iban a ese lugar. Lo hacían en verano. Para poder bañarse desnudas sin las miradas juzgadoras de la gente.
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Cien maneras de mirarte
FanfictionSeguramente todos hayáis visto alguna vez un arcoiris. ¿Pero acaso sabe alguien donde empieza y donde acaba? Lo mismo pasa con el bien y el mal. ¿Quién pone los limites de lo que es justo y lo que no? ¿Quién tiene la capacidad moral para decirte si...