Capítulo 47

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Dicen que lo que te gusta te define.

Pero yo no estoy de acuerdo.

Pues seguramente seamos muchos los que disfrutábamos de algo con lo que de golpe y porrazo dejamos de hacerlo.

Y entonces, pasaríamos a pensar que lo que nos define es lo que no nos gusta.

Pero esto también varía, pues cuantas veces habremos dicho que no a algo que finalmente acabamos probando?

Entonces, ¿Qué nos define?

No son nuestros gustos lo que más habla de nosotros, no es nuestra forma de vestir lo que define nuestra personalidad, tampoco el tipo de música lo que nos hace mejor o peor personas y mucho menos nuestros gustos alimenticios.

Son nuestros actos lo que nos definen. Lo que los hacen buenas o malas personas. Aquello que ponemos a disposición de crítica de todo el que nos rodeé. Y no nuestros gustos y preferencias.

Y es difícil dejar de ver eso. Dejar de prejuzgar por lo que vemos en apariencia.

Porque todos hemos mirado raro a la chica o el chico que viste diferente. Todos alguna vez hemos sentido cierta animadversión a juntarnos con ese que siempre está callado con la música a todo volumen en sus cascos.

Y así, juzgamos las apariencias y nunca los actos.

Ya era oficial. Marilia era libre.

Se acababan los permisos con las horas contadas y el miedo de volver a aquella fría y blanca habitación.

En el apartamento de las mujeres se había organizado una pequeña concentración de personas que pasaban el plumero y limpiaban a conciencia el lugar.

-¿Por qué estamos limpiando?- Se quejó Alba que estaba sobre una escalera limpiando el alto de una estantería de libros.

-Marilia ha estado fuera 3 meses, no quiero que lo encuentre todo manga por hombro.- Dijo Julia que le pasaba la bayeta a uno de los jarrones.

-Pues como siempre, ¿no? ¿No quería que todo fuera como antes?- Rió Marta.

Pero Julia la fulminó con la mirada al instante.

-Aunque limpiar no está mal.- Se arrepintió al instante Marta.

-Sobre todo si eres Natalia.- Dijo Dave que limpiaba las ventanas señalando a Natalia que disfrutaba de su hijo sobre el sofá.

-Que sepas que no eres a la única a la que despierta ese bebé por las noches.- Se quejó Carlos que sostenía la escalera sobre la que estaba subida Alba.

-Pues anda que tienes tú instinto paternal...- Dijo Alba.

-No te equivoques, yo adoro a ese bebé. Y a todos los bebés siempre y cuando no sean míos.- Se explicó Carlos.

-¿Seguro que no tienes alguno perdido por ahí?- Preguntó riendo Miki.

-Eso solo lo sabe Julia.- Respondió Carlos mirando a su novia.

Y todas las miradas se clavaron en Julia.

-¿Qué? A mí no me mireís.- Se defendió la morena a la cual seguía levantándole ampollas aquel tema.

Quería compartirlo todo con él. Su vida. Su casa. Sus experiencias. E incluso sus hijos. Y no comprendía, no entendía porqué Carlos no quería compartir aquello con ella. Dejar una parte de ellos hecho con lo mejor de cada uno.

Pero ya no preguntaba más, había prometido amarle así.

Marilia llegó a casa justo a mitad de la limpieza.

Cien maneras de mirarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora