Siempre he sido una niña muy movida. Muy delgada y muy bajita.
Cuando nací pesaba menos de la mitad de lo que pesa un niño normal. Pasé varias semanas en la incubadora.
En mis primeros años me pusieron una sonda porque la comida no se me asentaba en el estómago y perdía mucho peso.
Al cumplir los tres años, en un tobogán del colegio me rompí el codo.
Tuve el brazo escayolado un mes.Con cuatro años en un parque de atracciones me rompí una de las clavículas. Estuve con una venda cruzada que me impedía mover los hombros medio mes.
A los seis me descubrieron alergia a los ácaros del polvo, a las gramíneas y asma crónica.
Con siete años, en un columpio de un parque, me rompí uno de los dedos de la mano. Otra escayola más para la colección.
A los ocho me caí de un muro y me dieron tres puntos en la ceja.
Con doce años y en plena adolescencia, me rompí el tobillo jugando a voley playa. Otro mesecito con escayola.
Con trece años me rompí la muñeca haciendo gimnasia artística y pasé todo el verano en rehabilitación.
Con catorce me comí un Kiwi y casi no lo cuento. Era alérgica.
Y con dieciocho años recién cumplidos, me detectaron una pequeña escoliosis en la espalda.
Me he pasado media vida en el hospital.
Pero no fue eso lo que hizo que me pasara todo el instituto queriendo estudiar medicina.
Fue la confianza que provocan los médicos.
Cuando estos dan un diagnóstico nadie duda de la veracidad de este. Nos creemos las palabras que nos dicen una a una.
En cambio, no somos capaces de confiar en la palabra de alguien cuando nos traiciona o nos decepciona.
Pero y qué sabemos si ese médico ha mentido varias veces antes?
Todo eso no sirve de nada cuando la bata blanca y el estetoscopio colgado representan para nosotros la máxima autoridad.
Y yo quería ser así, que todo el mundo me creyera cuando hablo, que no hubiera mayor verdad que la mía.
Pero la confianza, no la da un título universitario.
-Carlos, ¿Qué pasa? Tienes a Julia súper preocupada llamándote como una loca, no sabes la que hay liada en casa, está todo patas arriba, el ambiente está muy raro y...- Dijo Dave entrando en la cafetería en la que Carlos le había citado.
-No le has dicho nada a Julia, ¿Verdad?- Preguntó Carlos que meneaba la pierna constantemente de arriba abajo.
-No. Me ha costado engañarla pero creo que no sospecha nada. ¿Qué ha pasado Carlos? Sabes que no me gusta mentirla.- Dijo Dabe sentándose frente al chico.
-Necesito tu ayuda Dave.- Dijo el chico.
-¿Para? Carlos no entiendo nada, ¿Qué pasó anoche? Y créeme que por muy increíble que creas que es tu historia, a mí ya nada me sorprende.- Dijo Dave que había escuchado ya las versiones de la noche de todas sus amigas.
-Estuve en mi antiguo apartamento.- Confesó Carlos.
-¿En tu antiguo apartamento? Pero Carlos, si hace meses que no te pasas por allí.- Dijo Dave extrañado.
-Sí, no sé como acabé allí.- Dijo Carlos nervioso y con la voz quebrada.
-¿Y? Vamos Carlos, sé que hay más.- Dijo Dave que conocía a la perfección al chico.
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Cien maneras de mirarte
FanfictionSeguramente todos hayáis visto alguna vez un arcoiris. ¿Pero acaso sabe alguien donde empieza y donde acaba? Lo mismo pasa con el bien y el mal. ¿Quién pone los limites de lo que es justo y lo que no? ¿Quién tiene la capacidad moral para decirte si...