Capítulo 18

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Cuando Carlos se despertó apenas había amanecido. Unos debiles rayos de sol se colaban entre las rendijas de la persiana e impactaban directamente sobre el otro extremo de la habitación.

Se dio la vuelta despacio y allí estaba ella. Durmiendo plácidamente.

El pelo le caía sobre los hombros y un mechón le tapaba los ojos aún cerrados.

Con sumo cuidado Carlos apartó aquel mechón y lo colocó tras una de sus orejas. Le encantaba el indomable pelo de Julia. Los rizos deformes que le salían sin razón y el aspecto de leona que le daban al despertar. Sus labios descansaban entrecerrados en una curvatura perfecta que haría entrecortarse la respiración de cualquiera que los mirara más de dos segundos.

Se tumbó sobre la cama, a su lado, mirando al techo.

Se había metido de lleno en la boca del lobo. Había creído que podría tenerlo todo bajo control y se equivocaba. No había nada que Carlos pudiera controlar. No con Julia.

Su corazón dio un vuelco al sentir que la puerta de su habitación se abría aquella noche. Y mentiría si dijera que no esperaba que fuera Julia la que hubiera entrado, y que no soltó un suspiro cuando notó su brazo rodeándolo.

Pero aquello era solo un sueño. Una utopía que por ninguno de los medios podría acabar convirtiéndose en verdad.

Julia abrió lentamente los ojos y se sobresaltó al verle allí despierto, mirándola.

—¿Qué hora es?—Preguntó la chica frotándose los ojos.

—Son las seis de la mañana.—Contestó Carlos girándose de nuevo quedando boca arriba.

—Creo que es mejor que vuelva abajo antes de que nadie se de cuenta de mi ausencia.—Dijo Julia suspirando.

—Sí, creo que es lo mejor.—Le aconsejó Carlos.

Julia deslizó la sabana que cubría su cuerpo y se incorporó en la cama.

Se levantó despacio sintiendo el frío suelo bajo sus pies descalzos. Alcanzó su sudadera y se la puso cerrando la cremallera y sacando el pelo que había quedado atrpado entre la sudadera y su espalda.

—Te quedaba mejor mi sudadera.—Dijo Carlos sin perder detalle del cuerpo de la chica.

—Me la hubiera quedado si no hubieras sido un cerdo.—Dijo Julia que ya estaba al otro extremo de la cama, mirando a Carlos tumbado sobre ella.

—No lo entiendo Julia, no entiendo tus bruscos cambios de humor.—Dijo Carlos sentándose sobre la cama apoyando su espalda sobre el cabecero.

—Es complicado Carlos.—Dijo Julia sacudiendo la cabeza.

—Bien, creo que podría entenderlo.—Dijo el chico dando palmadas en la cama a su lado, en el sitio aún tibio que la morena acababa de abandonar, invitando a la chica a que se sentara a su lado.

Julia accedió y trepando por la cama acabó sentada a su lado, apoyando ella también la espalda sobre el cabecero.

—¿Sabes cuándo estás haciendo algo que está mal pero se siente tan bien que no te importa?—Preguntó Julia mirando a Carlos. El chico asintió. No quería cortar a la morena para una vez que había conseguido que hablara.—¿Pero luego te das cuenta de que lo que has hecho no está bien e intentas solucionarlo, pero vuelves a caer en la tentación otra vez?—Explicó Julia cuya mirada vagaba de un lado a otro pero nunca a Carlos.

— Asi que.... eso es lo que soy, ¿Una tentación?—Dijo Carlos sonriendo.

—Vamos Carlos, lo digo completamente en serio.—Le reprendió la chica.

Cien maneras de mirarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora