Capítulo 28

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La mañana siguiente al cumpleaños de Carlos, Julia despertó acompañada en su cama.

Se había pasado la noche en vilo consolando a Natalia. Asegurándose de que la chica sabía que podía contar con ella a toda costa.

Se levantó de la cama, dejando a Natalia durmiendo en su cama. Tranquila, sosegada. Si esa era la única manera de alejar de ella los pensamientos más oscuros entonces la dejaría dormir todo el tiempo que quisiera.

Salió del cuarto. Debían de ser más de las dos del mediodía pues podía escuchar a Marilia cacharreando en la cocina.

—Vaya, pensábamos que no te despertarías nunca.—Dijo Marilia al ver a Julia aparecer por la puerta. Julia se rascó la nuca y se frotó los ojos, estaba realmente cansada.—Te he dejado algo de pollo en la nevera.—Dijo Marilia mientras seguía fregando los platos.

—No tengo hambre.—Dijo Julia sentándose sobre una de las sillas.

—¿Resaca?—Preguntó Marta entrando en la cocina.

—No le dio tiempo a beber tanto como para tener resaca.—Dijo Alba riendo.

—Sí, eso, ¿Por qué te fuiste tan pronto?—Preguntó Marilia.

—Estaba cansada, ya os lo dije.—Dijo Julia reprimiendo un bostezo.

—Ya, y nada tiene que ver cierto hombre moreno cuya atención fue acaparada toda la noche por una morena despampanante, ¿Verdad?—Dijo Marta sentándose a su lado.

Julia la miró, fulminándola con la mirada. Pero tenían razón. Él había sido el único motivo por el que Julia se había ido de esa fiesta. Él y Natalia.

—Preguntó por ti.—Dijo de repente Alba. Julia no sabía si decía aquello por complacerla o si verdaderamente aquella situación se había dado.

Julia alzó la mirada para encontrarse con los ojos de Alba. Verdaderamente no sabía si quería saber si aquello era verdad. Si lo era, eso no iba a ayudar en nada en su propósito de pasar página.

—Nat está aquí.—Dijo Julia cambiando de tema.

—¿Nat?—Preguntó Alba sorprendida abriendo los ojos de par en par.

—Sí, no se encontraba bien y la traje aquí.—Dijo Julia levantándose de su asiento.

—¿Y no podía haberse ido con Miki?—Dijo recelosa Alba.

—Alba por favor, ante todo es nuestra amiga.—Dijo sirviéndose un vaso de zumo.

—Sí, ¿A que viene tanta tirantez?—Preguntó Marta dirigiéndose a su amiga.

—Nada.—Respondió escueta Alba cruzándose de brazos.

De repente sonó el timbre. Como una campana en un ring indicando tiempo muerto.

—Abrid. Voy a llevarle esto a Natalia.—Dijo Julia señalando el zumo y las galletas.

—Ya abro yo.—Dijo Marta que no iba a quedarse conforme con las explicaciones, casi nulas, que sus amigas le habían dado.

Julia cogió la bandeja en la que había depositado el zumo y las tostadas y salió de la cocina en dirección de su habitación.

Abrió la puerta con lentitud sin hacer mucho ruido. Natalia seguía dormida en la misma posición en la que la había dejado, enredada en las sabanas con los ojos cerrados con fuerza como si estuviera teniendo una pesadilla constante.

—Nat...—Susurró Julia dejando la bandeja encima de la cama.

La chica no se movió. Ni siquiera hizo ningún ruido para mostrar que había escuchado a la morena.

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