Capítulo 68

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¿Qué probabilidad hay de que te caiga un rayo?

Un físico inglés decía que la probabilidad de que un rayo te alcanzase era directamente proporcional a la probabilidad del ser humano de encontrar al amor de su vida.

Este científico decía que era imposible que todos los seres humanos enamorados del mundo estuvieran realmente con el amor de sus vidas.

En el mundo hay más de 7 mil millones de personas pero casualmente el amor de tu vida vive en el mismo país, y no solo eso sino que también en la misma ciudad, que tú.

El físico decía que era imposible que aquello fuera de tal manera. Que era nuestra capacidad de conformarnos y nuestra impaciencia para las cosas lo que nos hacía atarnos a alguien a la mayor brevedad posible, sin experimentar ni buscar más allá de nuestras narices.

Por lo tanto propuso que dejásemos de llamar a nuestra pareja "amor de nuestra vida" y llamarlo "compañero de vida" porque aquello era ni más ni menos lo que eran. Compañeros que decidían juntarse para pasar el resto de su vida juntos.

A Carlos le despertó el frágil cantar de los pájaros en el exterior.

Abrir los ojos no fue fácil y mucho menos el mareo que vino después.

Techos altos y paredes blancas.

No recordaba cómo había llegado a casa y mucho menos donde se hayaba.

No era el apartamento que compartía con Dave, Miki y Damion y tampoco era el apartamento de Julia.

Trató de recordar el último recuerdo lúcido que su mente pudiera invocar, pero el duro despertar no daba evidencias de lo sucedido aquella noche.

Aunque el cantar de los pájaros le había devuelto al mundo de los vivos otra necesidad mucho más apremiante le despertó.

Y es que necesitaba mear. Con todas sus fuerzas, era como si aquella noche se hubiera bebido el amazonas entero.

Intentó levantarse.

Y aunque tenía el cuerpo entumecido notó el calor de otro cuerpo a su lado.

Una pierna se atravesaba con las suyas.

Miró hacia abajo y vio aquella pierna que reconoció al instante pues él también se había perdido en ellas alguna que otra vez.

Y se maldijo por lo que aquello significaba. Se arrepintió en el primer instante en el que supo lo que había sucedido.

-¿Soraya?- Preguntó Carlos al abrir la puerta del local.

-Tenemos que hablar, Carlos.- Dijo la morena tirando del brazo del chico al exterior del local.

-¿Qué cojones hace esa aquí?- Preguntó Alba susurrando hacia Julia.

Pero Julia tampoco tenía respuesta para ello. Ella también la había visto llegar. Abrir la puerta y ver cómo le miraba con esos ojos preocupados a los que el buenazo de Carlos nunca iba a poder decirles que no.

No entendía porqué siempre se doblegaba ante ella. Se veía como un débil cachorrito cuando ella aparecía en escena. Con sus gigantescos tacones de aguja, haciéndose notar y oír.

-No tengo ni idea.- Dijo Julia alzándose de hombros pero sin perder vista de la puerta del local.

Pero ellos no fueron los siguentes en entrar. Fue Dave.

Entró en el local y todos saltaron de sus escondrijos gritando y cantándole al recién llegado.

Dave sabía que aquello iba a suceder. Todos los años lo hacía desde hace nueve años. Y aun así su cara era de absoluta sorpresa.

Cien maneras de mirarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora