¿Sois más de impulsos o de pensar bien las cosas?
Yo soy impulsiva.
Por regla general las cosas que pienso mucho no termino haciéndolas.
Mi abuela decía, "Las cosas que tienes que pensartelas más de 30 segundos, no las hagas".
Y es que mi abuela tardó muchos años en casarse. Era la mayor de 5 hermanos y se había pasado toda su vida cuidando de ellos después de que sus padres murieran cuando ella tenía solo 12 años.
No quería casarse. Pero deseaba ser madre. Así que encontró un hombre humilde, trabajador y dispuesto a ser el padre de las que serían sus futuras tres hijas.
Pero el día de la boda, mi abuela sentía que perdía su libertad. Que no quería renunciar a su vida anterior pues no conocía otra.
Y treinta segundos fueron los mismos que tuvo antes de que las puertas de la iglesia se abrieran desde que el coche la dejó allí.
Y tiene razón. Las cosas que se piensan mucho son las que vienen cargadas de dudas.
Por eso en mi vida, cuando tengo que tomar grandes decisiones pongo el cronómetro mental en 30 segundos y la conclusión a la que llegue al término de estos es mi decisión final. Porque el corazón, autoritario y libre siempre elije, siempre se impone a las absurdas razones que no da el cerebro.
Pero hay decisiones que no necesitan tanto tiempo.
-¿Qué haces aquí?- Preguntó Julia fingiendo indiferencia y secándose las lágrimas con rapidez.
-Quiero hablar contigo, por favor.- Pidió Carlos manteniendo una distancia prudente.
-Ya te he dicho que no tenemos nada más de qué hablar.- Dijo Julia rebuscando en su bolso las llaves de su casa.
-Solo será un segundo Julia, por favor.- Suplicó el chico.
Pero Julia ya no era vulnerable a sus súplicas, ya no corría cuando sonaba el teléfono y no deseaba volver a casa para verle.
Abrió la puerta del portal y continuó su camino como si fuera no estuviera esperándola el que aún consideraba el amor de su vida.
Las lágrimas, saladas y calientes arrasaban su cara. Ni podía retenerlas ni quería.
Había llorado mucho durante ese mes. A escondidas en su cuarto. En el baño. En su despacho. Y parecía que las lágrimas no tenían fin, que por mucho que se vaciara siempre tenía de repuesto.
Subió a su apartamento y dejó caer su chaqueta y su bolso en la entrada.
Por suerte para ella el apartamento estaba vacío. Había dejado a todas sus amigas en el restaurante.
Subió a la planta de arriba y se dejó caer sobre la cama.
Deseaba haberle escuchado. Deseaba haber oído lo que el chico tenía que decir para aumentar aún más los reproches que ella albergaba en su interior.
Pero no podía permitirse aquello. No podía permitirse el lujo de bajar las armas y dejar que fuera conquistada de nuevo. No cuando la traición estaba fresca, no cuando ya no podía volver a confiar en él, ni en ella misma.
Se levantó de la cama. La foto de ambos riendo ya no estaba sobre la mesita de dormir. Ni tampoco los cuadros y los regalos.
Veía su habitación vacía. Vacía sin él.
Se encaminó a baño.
Se quitó toda la ropa como el que se deshace de un pesado lastre.
Se miró en el espejo. Estaba más delgada. Más pálida. Más ojerosa.
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Cien maneras de mirarte
FanfictionSeguramente todos hayáis visto alguna vez un arcoiris. ¿Pero acaso sabe alguien donde empieza y donde acaba? Lo mismo pasa con el bien y el mal. ¿Quién pone los limites de lo que es justo y lo que no? ¿Quién tiene la capacidad moral para decirte si...