Capítulo 74

904 40 3
                                    

Cuando empecé a escribir esta novela lo hice con un propósito concreto.

Quería demostrar que en la vida, decidir entre el deber y el querer no es una tarea fácil.

Que el corazón y la razón viven reñidos eternamente.

Y vosotros, sois la viva imagen, el vivo ejemplo de ello.

Cuando Julia estaba con Rubén y Carlos la besó, lo esperable, lo correcto, hubiera sido que Julia dejase claro que tenía novio y que estaba enamorada de él. Aun así, vosotros, a pesar de saber que aquello les haría daño, y que ambos sufrirían, queríais que se dejaran llevar.

Lo mismo pasaba en la vida real. Cuando Javi estaba con Julia, todos queríamos que lo dejasen y se fuera con Carlos. A pesar de que a ella, estar con Javi, le hacía bien, eran felices.

Y podría daros miles de ejemplos. Por ejemplo, en la serie de "la casa de papel", los protagonistas atracan el banco de España, roban miles de millones de euros que pertenecen al estado, y por consecuencia, a nosotros también, y aun así, queremos que todo les salga bien.

En esta historia Carlos le pone los cuernos a Julia. Estoy segura de que ninguna de nosotras perdonaría jamás una infidelidad, y aun así, esperábamos que Julia lo hiciera.

Y después de haber pasado por todo aquello, después de haber pasado por la huida de Carlos, cuando conocía a alguien bueno y que la podía querer bien, como era Javi, seguistéis queriendo que volviera con Carlos.

El ser humano es débil.

Nos regimos por el cerebro y por el corazón. En una lucha constante entre la racionalidad del cerebro, el deber y la pasionalidad del corazón, el querer.

Y el cerebro, condenado siempre a perder, se muestra servil ante el corazón.

El querer se impone siempre ante el deber. Y eso, es lo que nos hace diferentes.

Si todos nos rigieramos por la ley de lo racional, todos seríamos iguales, correctos y minuciosos.

Pero en camino, cuando el lado derecho del cerebro, el emocional, entra en escena, no importa lo correcto, no importa el deber.

Si tu madre dice que tienes que estar en casa a las 10, por mucho que tú deber y lo correcto sea llegar a las 10 a casa, si te lo estás pasando bien, si estás agusto, no importa lo correcto. Te quedas. A pesar de las consecuencias.

Y, sí, estamos condenados a vivir regidos por la parte emocional de nuestro cuerpo. Aunque yo no lo veo una condena, lo veo una liberación, una revelación contra lo establecido, lo normativo, lo correcto.

Y eso, nos hace libres. Nos hace cambiar todo lo que está mal.

Y si nos guiamos por la parte derecha del cerebro, es acaso una casualidad que el corazón esté ligeramente desplazado a la derecha?

No lo creo.

Y eso era lo que quería demostrar. No seáis correctos, no seáis lo que se espera de vosotros. Sed todo lo que queráis pero sed. Vivir las cosas que queréis vivir, en el tiempo en el que os parezca mejor. No hay una vida mejor que otra. Y vuestra vida es vuestra, sois dueños y señores de vuestra propia vida, cojed las riendas, manejad, estancaros, perded el rumbo pero nunca seáis lo que otros quieran que seáis.

No hay decisiones mejores o peores cuando se trata de sentimiento. Y eso era en definitiva lo que con esta historia quería explicar. Que los sentimientos tienen razones que la razón no entiende y que la razón se mueve en terrenos que el corazón no conoce.

Julia llegó a su casa después de haber recogido a su hija.

Por suerte nadie había en su casa por el momento.

Cien maneras de mirarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora