Carlos se despertó en su cama, en su enorme y vacía cama una vez más.
Le dolía la cabeza. Ya no sabía si bebía para olvidar o simplemente se olvidaba de todo para beber.
Eran solo las ocho de la mañana. Y el repique de campanas sonaba por toda la habitación, en una invitación a que se despertara, a que se levantara de la cama y se enfrentara a un nuevo día que distaba mucho de ser diferente al resto de los días.
Carlos se levantó con esfuerzo de la cama. Poniendo primero el pie derecho en el suelo y luego el izquierdo. La cabeza le zumba a y en sus oídos rezumbaba un pitido constante.
El sol que entraba por la ventana era lo suficientemente fuerte para que Carlos pudiera entrever en el suelo de la habitación su ropa. Ropa que recuperó con mucho esfuerzo pues sentía un mareo horroroso cada vez que agachaba la cabeza o se movía con extrema rapidez.
Se vistió todo lo rápido que la resaca le permitía y salió de la habitación mientras metía la camiseta dentro de los pantalones.
Antes de salir de casa Carlos hizo una breve parada en la cocina y abrió la nevera. Avistó el cartón de leche fría que estaba en la nevera y pegó un largo trago que sació parcialmente la sequía que la resaca le había producido, dejándole la boca pastosa.
-¿Cuántas veces te he dicho que no bebas del cartón?-La voz de Dave ya casi sonaba como la de su propia madre para Carlos.-¿Resaca de nuevo?-Preguntó insinuante Dave. Carlos le miró, pero no contestaba, sabía que aquello sería peor que callar.
-Luego compraré más leche.-Dijo tirando el cartón a la basura.-Me voy a trabajar.-Dijo pasando una mano por la espalda de Dave y dedicándole una contenida sonrisa.
Carlos salió del edificio y se encendió un cigarro.
El cielo estaba nublado y el viento aún era bastante frío. Algo a lo que ya estaba empezando a acostumbrarse.
Encontró con la mirada su coche aparcado frente a su edificio y se metió dentro de él después de apagar el cigarro.
Condujo hasta su trabajo con el retumbo de su deshidratado cerebro.
Desde que Julia y Carlos habían mantenido aquella última conversación en su coche la vida de Carlos se había vuelto simple y monótona. Y Carlos odiaba la monotonía. Trabajaba hasta tarde y pasaba las noches entre bares y copas con amigos. Aquello no era un plan de vida, no un plan de vida decente por lo menos. Pero para Carlos era suficiente. Era el precio justo a pagar por la calma. Aunque él nunca quisiera calma.
Entró en el edicficio y subió las catorce plantas hasta su despacho en el silencio del ascensor. Silencio que se veía extraño después de los jadeos que alguna vez se mantuvieron allí atrapados.
Entró en su despacho. No estaba acostumbrado a verlo tan vacío. Sin los suspiros de Julia, sin el desorden de papeles en el suelo. Sí, se había acostumbrado a su maldito desorden.
Aunque solo estuviera dos despachos a la izquierda.
*5 días antes*
Carlos se despertó en su cama. La cabeza le daba vueltas y el cuerpo parecía de otra persona.
El sonido de su teléfono lo despertó. No sabía de quién se trataba y no estaba dispuesto a interrumpir su sueño para averiguarlo. Así que se dio media vuelta y tapándose los oídos con la almohada hizo caso omiso del teléfono. Pero este no se doblegó ante sus evasivas y siguió sonando a toda costa.
Carlos gruñó. Se destapó los oídos y se dio media vuelta para coger con rabia el teléfono y colocárselo sobre la oreja.
-¿Sí?-Preguntó Carlos con una voz ronca y no muy amable.
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Cien maneras de mirarte
FanfictionSeguramente todos hayáis visto alguna vez un arcoiris. ¿Pero acaso sabe alguien donde empieza y donde acaba? Lo mismo pasa con el bien y el mal. ¿Quién pone los limites de lo que es justo y lo que no? ¿Quién tiene la capacidad moral para decirte si...