Victoria Jois sabe más que nadie que la brujería no es un juego de niños, sabe que es peligroso y que puede morir gente por su causa. Para ella no es un don, es una maldición.Todo empezó el día del funeral de su madre, la acababa de perder por la maldita enfermedad del cáncer, era un día triste y doloroso para ella.
La joven se miraba en el espejo, intentando ocultar con maquillaje las ojeras de días sin dormir. Le había prometido a su madre no llorar e ir más que decente a su funeral. Elisabeth estaba más que preparada para su muerte, pero Victoria no lo estaba, hasta el último momento guardó un poco de esperanza y esperó a que ocurriese algún tipo de milagro y su madre mejorara, pero eso nunca llegó a ocurrir.
Su madre siempre intentaba transmitirle paz y tranquilidad. Y aunque en el fondo sospechaba del final que llevaba todo aquello, no quería ver morir a su madre.
Ató su pelo castaño en una media coleta y miró fijamente sus ojos verdes a través del espejo, no tardaron en aparecer las primeras lágrimas.
—No puedo hacerlo mamá, no puedo cumplir mi promesa —se dijo a ella misma.
"Sí puedes"
Por un momento pareció escuchar la voz de su madre. Una voz sana y autoritaria. Como cuando era antes de la enfermedad.
Reprimió el llanto y colocó su mano en el pecho respirando hondo. Dolía tanto su pérdida, que no podía explicar con palabras el vacío que había dejado su madre en ella. Su ropa, toda ella negra aún la hacían ver más pálida y demacrada. Respiró hondo, era el momento de bajar, así que se colocó sus zapatos y su armadura de coraje para sobre llevar aquel día tan horrible.
Sus tíos y primos la esperaban en el coche, para ir juntos hasta el cementerio donde los esperaban familiares, amigos, conocidos, el pastor y el féretro con su madre dentro. Le partió el corazón al verlo. Pues deseaba con todo su corazón que si madre se levantara de allí y dijera que todo era una gran broma pesada. Pero no, no iba a pasar eso.
Durante toda la ceremonia estuvo ausente en sus pensamientos, como le había dicho su madre. Le había ayudado dándole consejos a su propia hija de cómo poder soportar su entierro. Era algo casi macabro, pero así era Elisabeth, siempre cuidando de su pequeña, hasta el último suspiro de su vida.
—Durante mi entierro mantente ausente, en tus pensamientos recuérdame sana, sonriendo y feliz junto a mi pequeña. Recuerda todos aquellos momentos de risas que compartimos, recuérdame siempre así —dijo Elisabeth estrechando con fuerzas la mano de su hija contra su pecho.—Así lo haré mamá —le prometió la joven.
Y así lo hizo, hasta que algo o alguien la sacó de sus pensamientos y atrajo su atención.
Una mujer mayor la observaba desde lejos casi oculta en los árboles. El velo negro casi transparente que cubría media cabeza y medio rostro no ocultaban sus mechones plateados ni sus ojos verdes.
Victoria recordaba haberla visto en algún lugar y en algún momento de su vida, pero no conseguía recordarla del todo. La miró fijamente a los ojos intentando descubrir su identidad, entonces algo extraño pasó, el tiempo se detuvo por un instante, vio como aquella mujer movía su mano de una forma extraña pero elegante, y el corazón de Victoria empezó a latir con rapidez, todo su cuerpo parecía electrocutarse con espasmos. De pronto todo volvió a la normalidad, la mujer bajó su mano y la siguió contemplando con ojos preocupados.
La joven miró alrededor, nadie se había dado cuenta de lo ocurrido, todos seguían atentos al pastor. Era el momento de las flores, quitó de sus pensamientos lo que acababa de ocurrir y avanzó hasta el féretro, depositando sobre él una rosa blanca.
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LAS BRUJAS DE VILLA MARIE
FantasíaPARTE UNO Victoria una joven aparentemente normal llega a la ciudad donde nació después de la muerte de su madre. En Dembourne el pasado y una cruel maldición la persigue a ella, a su familia y a sus amigos. Tendrá que enfrentarse a una enemiga mor...