EL CHICO DEL BOSQUE

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Victoria andaba descalza vestida con una bata blanca, las calles de Villa Marie estaban repletas de gente que le gritaban enfurecidos.

—¡Loca, loca!

La joven asustaba caminaba despacio como si se tratase de una penitencia. Algunos de ellos se atrevían a lanzarle tomates podridos o huevos que chocaban con su cuerpo manchándole la bata y sus partes desnudas como los brazos, piernas o incluso el rostro.

Solo podía escuchar las mismas palabras una vez y otra, su padre, Rosé y su abuela estaban allí presentes entre la multitud observándola acongojados.

Al final de la avenida una mujer la esperaba con una dulce sonrisa. La conocía muy bien y por ello sus ojos no tardaron en humedecerse.

Llegó hasta allí y parecía no creer que estuviera allí parada, frente a ella, dedicándole una amplia sonrisa como ella solo sabía hacer.

—Mamá —dijo con la voz temblorosa. —Lo siento mucho, no entiendo que he hecho mal.

—Lo estás haciendo muy bien. —su voz era como un bálsamo de agua fría en un día caluroso de verano.

Elisabeth se acercó más a ella e incluso agarró sus manos con fuerza, luego acarició su rostro con dulzura y se acercó aún más a ella.

—Bruja... —dijo con sus labios casi pegados a la oreja de su hija en un susurro escalofriante.

La joven despertó de golpe completamente empapada en sudor, aún sentía el aliento y el susurro de su madre, todo su cuerpo se estremeció de arriba abajo. Miró la hora en su móvil las doce en punto de la noche. Solo había dormido tres horas, le recordó a las noches que pasaba en el hospital con su madre, siempre solía dormir tres o cuatro horas.

Se levantó de la cama, tenía la boca seca y quería ir a buscar un vaso de agua fría, pero al pasar por la ventana algo captó su atención.

Una figura alta y corpulenta la observaba desde el jardín, era extraño, pero parecía como si estuviera viéndolo a través de un sueño. Su cuerpo no era del todo corpóreo, podía ver a través de él un árbol que posaba grandioso justo detrás de aquella figura. Era un chico más o menos de su edad, de eso estaba segura.

—Ya está bien —dijo mientras se colocaba el batín.

Harta de tener miedo de que la siguieran o atentaran contra su vida, bajó por las escaleras a toda prisa y salió al jardín.

Aquella figura se sorprendió al verla aparecer y salió corriendo.

—¡No, espera! —gritó la joven mientras preparaba sus pies para correr detrás de él.

Lo siguió por las calles de Villa Marie e incluso por la avenida.

Un vecino que paseaba a su perro a esas horas de la noche la miró con desconfianza y con algo de temor. A Victoria le pareció normal aquella reacción, pues estaba viendo a una chica con bata gritando y corriendo sin sentido alguno.

El chico se dirigió al interior del bosque, Victoria se detuvo. Cuando era pequeña recordaba las palabras de sus padres, "nunca entres sola al bosque, es grande, tú eres muy pequeña y te puedes perder, ¿entendido?".

—Ya no soy pequeña —se dijo a ella misma mientras entraba en el bosque.

Por un momento pensó haberlo perdido de vista, pero después lo volvió a ver y empezó de nuevo su carrera.

LAS BRUJAS DE VILLA MARIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora