EL LIBRO DE LAS BRUJAS

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Victoria entró en la casa poco a poco, estar allí era peligroso por varias razones, una de ellas era que la casa no estaba en condiciones, estaba la posibilidad de que las paredes y el tejado se vinieran abajo en cualquier momento, la otra razón "X", podría estar entrando en su ratonera y cazarla.

—Vic, ¿a dónde vas? —Brenda la seguía de cerca.

—Creo que aún quedan cosas de mi abuela dentro y quiero tenerlas de recuerdo. —mintió mientras se hacía paso entre los escombros.

Las escaleras que subían al segundo piso estaban intactas, y aunque parte de ese piso se había venido abajo quería comprobar aquella planta.

Llegó hasta el último escalón y se detuvo, observó desde allí. Brenda se quedó abajo, estaba asustada desde que había puesto un pie en aquella casa.

—¿Qué es eso? —Victoria se preguntó a si misma al ver un pequeño baúl en forma de libro pegada a una de las paredes aún entera.

Intentó acercarse dando pequeños pasitos por el borde de la pared. Cuando tuvo el baúl en sus manos, escuchó los gritos de Brenda. Cogió el baúl y bajó rápidamente.

Lo que se encontró la aterrorizó, había fuego por todas partes, su amiga se había quedado atrapada en la habitación donde antiguamente solía ser la cocina.

—¡Ayúdame Vic!

Victoria se sintió paralizada, no sabía cómo hacerlo, el fuego ya estaba demasiado extendido.

—¡Bren, voy a pedir ayuda!

La joven se acercó a la puerta de salida, pero de pronto desde la nada nació otro fuego que le impidió salir, había salido como por arte de magia. Ahora Victoria también se encontraba rodeada.

"Vamos a morir" pensó la joven poniéndose en lo peor.

Las llamas le estaban rozando la espalda y se agachó protegiendo el baúl rodeándolo con sus brazos y cerrando los ojos con fuerzas. Estaba esperando el final, pero nunca ocurrió.

Abrió de nuevo los ojos, no conseguía ver a Brenda entre las llamas. Levantó su cabeza hacia arriba y vio el fuego por encima de ella, por los lados la rodeaban sin llegar a tocarla. Se levantó despacio, todo lo que podía ver era fuego. Tuvo una intuición, y empezó a caminar con pasos lentos hacia la cocina, mientras atravesaba el fuego sin tan siquiera rozarla lo más mínimo. Cada vez le era más difícil respirar por culpa del humo.

Era extraño, pero el fuego no podía llegar a ella, era como si Victoria estuviese dentro de una burbuja que la protegiese, y esa burbuja no se rompería, aunque ella caminara entre las llamas.

Entró en la cocina y vio a su amiga tirada en el suelo inconsciente, se acercó a ella y se agachó.

—Bren, vamos despierta. —la zarandeó para intentar despertarla.

Cuando consiguió que su amiga abriese los ojos, la ayudó a levantarse y salieron de la casa rápidamente.

Los vecinos se horrorizaron y gritaron al verlas salir de la casa, nadie pensaba que hubiera gente dentro al ser una casa prácticamente destruida.

—¡Victoria! —Rosé que se encontraba entre los vecinos corrió hacia ella preocupada.

Pero la joven la ignoraba, estaba ocupada observando a una mujer mediana oculta en una capa y capucha alejándose entre la avenida de Villa Marie. Luego sus ojos se nublaron y cayó al suelo junto con el baúl en forma de libro.

Cuando se despertó se vio a ella misma tumbada en una cama de hospital, con una bata blanca y una mascarilla en la boca.

Rosé estaba sentada a su lado y su padre de pie observando al infinito por una ventana pequeña de la habitación.

LAS BRUJAS DE VILLA MARIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora