Despertar luego de un duelo es una de las peores sensaciones que se pueden experimentar, por supuesto, solo si fuiste herida en él. Quien resulta victoriosa sin que le toquen un pelo es una verdadera afortunada.
—Anteia. —La voz de Kaira me sacó de mi efusiva verborrea mental—. Tómalo con calma, no sé ni siquiera como estas con vida. —Su suave y cálida mano tomó una de las mías.
—No me he movido, Kaira —susurré.
—Es que deberías volver a dormir, es muy pronto para que despiertes. Pero si deseas hacerlo, el desayuno estará listo en breve —sonrió con nerviosismo.
—Si el sol ya ilumina parte del horizonte, entonces es hora de despertar. —Abrí los ojos encontrándome con su abundante cabellera y sus preciosos ojos—. No puedo quejarme de la vista —añadí.
El rostro de Kaira se sonrojó, compitiendo con las nubes anaranjadas que se dejaban ver. Sería un día húmedo y lluvioso, tendríamos que gastar mucho aceite en las piras ceremoniales.
—Eso fue muy bonito. —La temblorosa voz de Kaira me sacó de mi ensimismamiento. Mi gente tendía a pensar automáticamente en el deber.
—Solo mereces cosas bonitas. —Levanté mi mano sana para apartar los mechones que caían sobre sus ojos.
Sentí sus labios sobre los míos y me dediqué a disfrutar de las suaves caricias que dejaba en cada centímetro de los míos. Transmitía amor y ternura puras con cada delicado y lento beso. Poco a poco perdía la cordura y permití que mi lengua delineara su boca con atrevimiento mientras mi mano sujetaba su nuca con algo de insistencia. Kaira jadeó, esperaba que fuera por placer, pero se apartó de mí con el pecho agitado.
—Lo siento ¿Te asusté? —inquirí con el corazón en un nudo.
—No, no lo hiciste —negó azorada, parecía dividida entre la desesperación por aceptar su temor y el ceder su cuerpo como había sido educada.
—Kaira, está bien. —Entrelacé nuestros dedos—. No somos dos caballos salvajes para correr con todo esto. —Acaricié sus nudillos—. Si algo te molesta solo debes decírmelo, nunca me molestaría contigo.
—¿Nunca? —inquirió con duda en su mirada.
—Bueno, tal vez me enfade por algunas cosas, pero jamás por estos temas.
La joven asintió y me dedicó una mirada agradecida. Depositó un delicado beso en mi frente y se dirigió a la cocina para preparar el desayuno.
Ahora que estaba sola, podía intentar levantarme y encontrar a Cyrenne, necesitaba verla, conocer su estado y si estaba despierta, dar respuesta a mis dudas.
Levanté las sábanas y eché un vistazo a mis piernas. Estaban vendadas, una a la altura de la rodilla, con tres manchas de sangre sobre el lino y la otra portaba un vendaje que cubría todo el muslo. También estaba manchado de sangre. Torcí el gesto, el golpe en la rodilla debió de inflamarse muchísimo para que Ileana juzgara conveniente drenar la sangre. Solo deseaba que no hubiera utilizado sanguijuelas.
Mi antebrazo izquierdo estaba vendado y atado en cabestrillo. Mi abdomen punzaba, seguro habían tenido que coser de nuevo, ahora era un hecho que quedaría una bonita cicatriz.
Moví mis piernas con lentitud, probando el nivel de daño que habían sufrido. El dolor era soportable, si no movía demasiado la rodilla, incluso podía decir que era casi inexistente.
—¿Podrías esperar al desayuno antes de intentar levantarte? —protestó Kaira mientras ingresaba en la habitación. Llevaba una bandeja con un plato a rebosar de salchicha de cerdo y pan, un vaso humeante y uno que parecía contener agua.
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Deber y Traición
General FictionAnteia, comandante del ejército de la frontera, enfrenta a una lucha desigual. Debe proteger con su vida al reino, mientras su corazón muere por amor. ...