Justicia

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La vida puede ser muy curiosa, puede regalarte lo más hermoso del mundo y de la existencia en la forma de un beso apasionado de la chica que es dueña de tu corazón y al segundo siguiente puede despertarte de la ensoñación con un golpe en tu ventana de una muy furiosa segunda.

—Así te quería atrapar—espetó Cyrenne desde la ventana.

—¿Qué haces de pie? —inquirí sorprendida. Kaira solo atinó a esconderse en mi cuello y suspirar nerviosa.

—Llega Demian al campamento y me comunica que estás herida, pero a salvo y que no me preocupe y ¿De verdad esperas que le crea? —bufó molesta. Sus ojos centelleaban y a cada palabra había golpeado el suelo con una muleta improvisada—. Ah, pero te encuentro más que bien y en muy buena compañía—sonrió para demostrarme que su arranque de furia solo era un juego—. Ya era hora.

—Cyrenne ¿Quieres pasar? No deberías estar de pie tanto tiempo—Kaira por fin se había recuperado de su repentino ataque de timidez y ahora actuaba como la perfecta anfitriona.

—No, debo regresar al campamento antes que Korina e Ileana enloquezcan, solo me apetecía dar una vuelta y comprobar que todo estuviera en orden—se encogió de hombros—. No se preocupen por mí, sigan en lo suyo—guiñó su ojo, algo que solo ella podría hacer a pesar de estar tuerta, y se alejó rengueando por el camino.

—De verdad te adora—señaló Kaira apartando algunos mechones de cabello de mi rostro.

—Es mi mejor amiga y mi segunda, su deber se entreteje con facilidad con los sentimientos. No hay nadie mejor para ese puesto—robé un delicado beso de sus labios y dejé descansar mi cabeza en la almohada. El mundo empezaba a dar vueltas si me movía demasiado. Tres vasos de sanguinaria no eran suficientes para ayudarme a reponer toda la sangre perdida.

—Debes descansar, yo iré al campo, voy a sembrar frijoles en la sección que estaba a barbecho. Demian está en la escuela y Axelia se queda en su cesta bajo un árbol, le gusta ver las hojas moverse con el viento—explicó mientras abandonaba la cama.

Poco a poco la soledad y el silencio me arrullaron hacia un descanso reparador. Por la ventana se colaba una suave brisa muy fresca, era imposible no cerrar los ojos y dejarse llevar por la tranquilidad y la seguridad. Ya no estaba en tierras enemigas, estaba en paz en un hogar donde era amada, algo que nunca habría imaginado ni en mis más locos sueños y lo que era mejor, por primera vez no había problemas por los cuales preocuparme, al menos, no de momento.

Desperté un par de horas después, me sentía algo respuesta. Mis piernas y brazos ya respondían a mi voluntad y aunque la simple acción de sentarme en el borde de la cama me provocó mareos, no deseaba quedarme quieta mientras Kaira trabajaba en el campo.

Busqué la capa, Kaira la había dejado colgada de un gancho detrás de la puerta, y la utilicé para cubrir mi cuerpo. Aun llevaba pantalones y aunque hacía calor, no siempre me sentía cómoda mostrando más piel de la necesaria.

A paso lento me dirigí a la cocina y tomé un nuevo vaso de infusión y un ánfora con agua fresca para Kaira. Era evidente que ella había dado un toque femenino al lugar, todo estaba perfectamente organizado, ollas y sartenes colgaban a un lado del fogón y del horno, cerca de la ventana colgaban ristras de ajos y cebollas y en un rincón descansaba una cesta rebosante de papas y nabos. Bajo la ventana estaba una cubeta y un par de recipientes para lavar los trastes.

Justo en medio del mesón ubicado frente a la ventana tenía el zeer, dos vasijas concéntricas con arena húmeda para refrigerar zanahorias, carne y bebidas. El viento fresco de la ventana evaporaba el agua y mantenía helado el interior. Agregué un poco de agua extra a la arena al notarla casi seca y espié las estanterías. Cuando Flavian vivía aquí solo podías encontrar algunas especias básicas y un gran desorden. Con Kaira, la cocina brillaba y los estantes estaban llenos de sal, pimienta e incluso, jengibre. Sonreí, era una de las especias más costosas en otros reinos, pero habíamos descubierto el secreto de su cultivo y ahora no debíamos pagar toneladas de oro por él.

Deber y TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora