La vida y la paz

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Boda y Ceremonia de Votos se convirtieron en una sola, tal y como era la costumbre entre quienes no pertenecían a la nobleza, ni tenían el dinero para organizar dos celebraciones. La sacerdotisa principal, una mujer en sus cuarenta, quizás demasiado joven para ser sacerdotisa, dirigía la celebración. Todos eran demasiado jóvenes en la frontera, era ley de vida y lo sería hasta que el muro estuviera terminado.

—Estás preciosa —susurré a Kaira al sentir sus manos temblar entre las mías.

—Tú no te quedas atrás —confesó con las mejillas sonrojadas.

—No tienes que preocuparte por nada —froté mis pulgares en el dorso de sus manos.

—Lo sé, estoy contigo.

—Estas dos almas gemelas han intercambiado sus votos y desean convertirse en una sola. —inició la sacerdotisa—. Hoy formalizaremos dicha unión con una Ceremonia de Compromiso y su boda. —Compartió con nosotras una mirada profunda, muy vieja para su edad—. Tal y como ocurre en la naturaleza, quienes se aman forman juntos un hogar, construyen una vida, un nido que dará protección y cimientos a las nuevas generaciones. Kaira y Anteia, ustedes contribuirán al reino con los frutos de su amor.

—Se han prometido la una a la otra. Anteia, tu a protegerla con tu vida y a cederle tus propiedades. Kaira, tú le juraste fidelidad y sustento. Quienes han sido testigos de tales actos están aquí hoy para certificarlos y celebrarlos. Honremos esos votos.

Kaira se tensó al ver como la sacerdotisa tomaba el cuchillo ceremonial y lo purificaba con el fuego de una antorcha. Di un suave apretón a su mano para tranquilizarla, todo estaría bien, era parte del ritual, hubiera deseado ahorrárselo, pero era necesario.

La sacerdotisa enjuagó el cuchillo en agua fresca y se acercó a nosotras. Tomó con firmeza mi mano derecha y obviando la horrenda cicatriz dentada que la cruzaba de lado a lado apuntó el filo a mi carne.

—Ahora serán una misma sangre y una sola alma —el filo del cuchillo dibujó una fina línea diagonal en la palma de mi mano. Kaira estrechó mi mano libre y contuvo un jadeo, mezcla de miedo y contemplación.

Al terminar conmigo la sacerdotisa tomó la mano izquierda de Kaira. Era mi turno de mirarla con devoción y calma, de presionar su mano libre y compartirle una sonrisa.

—La sangre de una correrá en el cuerpo de la otra durante toda su vida.

Dibujó un corte diagonal en la mano de Kaira y luego juntó nuestras manos. Entrelacé nuestros dedos y limpié con mi pulgar una pequeña lágrima traicionera que había escapado de los ojos de Kaira mientras la sacerdotisa lavaba el cuchillo en el cuenco con agua para luego apagar la antorcha en él.

—Kaira, tu lavarás la sangre enemiga que manche a Anteia y calmarás el fuego que alimenta el deseo de venganza. Anteia, tu mancharás la hoja de tu espada en defensa de quienes amas y de tu tierra.

Rodeé la cintura de Kaira con mi mano y la acerqué a mí para sellar nuestro compromiso con un beso casto a sus labios. Un beso lento con el que busqué transmitir lo mucho que la adoraba. Ella correspondió al instante, su lengua dibujó con timidez mis labios y profundizó el beso llevándonos muy lejos de ahí.

Solo las palabras de la sacerdotisa nos separaron.

—Ahora, continuaremos con la boda. Sus almas se unirán en amor, en la forma de amor más puro que existe y surgirán como una, invencible, poderosa. Todos conocemos a Anteia, guerrera y comandante valiente que lo dio todo y más por nuestra seguridad y felicidad y es gracias a ella que estamos todas reunidas hoy celebrando la vida y el futuro. Kaira llegó a nosotras como una refugiada más, una mujer valiente que solo deseaba lo mejor para su hija y es por eso que considero que no existen dos corazones más destinados a estar juntos que los de estas dos mujeres que están ante mi hoy.

Deber y TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora