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*Elizabeth Honsteld ⬆*

¿De verdad cree que soy buena persona?

Esa pregunta nunca me la espere de alguien como ella. Pero como dicen, no hay que juzgar al libro por la portada.

La niña que veo frente a mi... no es mas que una chica muy linda que en sus ojos refleja miles de cosas... entre ellas el dolor y el auxilio propio.

Aunque tenga un aura que grita peligro por donde la veas, en el fondo... muy en el fondo, es una niña dulce y atenta. Eso es algo que los demás deben ver, que mis otros dos hijos deben ver... algo que vi en el momento que piso esta casa con la intención de quedarse junto a mi hijo.

Ella se encuentra peleandose con el otro chico, como si fuesen hermanos de toda la vida. En sus ojos vi reflejado brevemente la felicidad y tranquilidad.

-Mama... yo... siento que tengas que presenciar esto.- habla mi hijo avergonzado.

-Estas avergonzado de lo que hace tu mate?.- digo suave pero seria.- Lo que yo veo es una faceta completamente distinta a lo que dicen todos y todas.

-Tu crees?.- asiento.- Crees que el pueblo la acepte?.

-Es tu luna, y la luna de todos. Deberan aceptarla sin importar que o quien este a tu lado.- la mire, la forma en que ríe.- Ella es solo una bestia que necesita ser calmada por el ciervo blanco... un alma corrompida que necesita algo de luz para vivir.

-Gracias madre.

Palabras que llegaron al corazon de mi hijo.

-Mi niña... tu no eres una mala persona, solo eres una persona que le ha pasado cosas malas, solo eso.- digo tomando sus manos -las cuales están extrañamente heladas-.

Sonríe amargamente y con pesar.

-El matar personas por una necesidad que desconozco es otra cosa mala que me pasa?.- me dice divertida, veo el dolor en sus ojos y la constante pelea con su loba.

-No tienes la culpa de ser así. Naciste bajo tu apellido... sí, y eso es algo digno de admirar. Eres unica y eso te hace especial...- sonrie nuevamente sonriendo.- Siempre tenlo en cuenta.

-Lo tendre en cuenta, Señora Dina.- rei.

-No no... solo dime Dina, señora es para las ancianas.- al ambiente se destenso rapidamente.- Podre tener trescientos cuarenta y cinco años pero aun asi sigo siendo una mujer de cuarenta.

-Si, ya me di cuenta.- sonríe débilmente.- Creo que mejor me cambiare...

Se quito todos los botones de la camisa que traía encima, la ayude a quitársela debido a las muecas de dolor que hacia. Me da dolor verla así, en estas condiciones.

Tiene un buen estado físico, pero la manera en la que la usan los humanos es... triste.

-¿Te ducharas?.- pregunte.

-Si.- la guio hasta la puerta.- Dina...

-Dime cariño.

-No se preocupe tanto por mi.- lo dice con voz fastidiada.- Me he valido por mi misma durante mucho tiempo. Nadie a dando una mano por mi si no es para beneficiarse... Así que deje de preocuparse por mi.

Cierra la puerta dejandome callada. Decido abandonar la habitación y al salir me encuentro con mi hija, Elizabeth.

-Mama!.- se acerca preocupada.

-Que ocurre hija?.

-¿Que haces allá adentro?.- me toma por los brazos.- No me diga... ayudando a la escoria.

| Mi Asesina | Saga Cuervos #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora