Capítulo II

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   Creí que se iba a personificar de forma fea, horrorosa y que iba a dar miedo. Pero no. Era el humano o demonio más bonito que mis ojos pudieran haber visto.

   ¿Qué si daba miedo? Sí, sí daba miedo. Tal vez no tanto, pero sentía una pesadez en el ambiente y su mirada causaba escalofríos en todo el cuerpo. Sin embargo, me desvanecí en sus ojos marrones, su mirada penetrante y su forma tan atractiva de ser. Se lamió los labios, para luego dar dos pasos hacia mí que, involuntariamente me hicieron retroceder torpemente y chocar con el espejo.

   —Yo creí que... q-que... usted, señor Diablo, era... rojo y con una cola y con un tridente y...

   La risita que escapó de su boca me interrumpió. Agachó la mirada, miró su zapato lustrado y volvió a mirarle directo a los ojos. Creí que me iba a desmayar o algo.

   —Sólo dime John.

   —Eh...

   —¿Qué hace un niñito como tú invocándome? —formuló su pregunta con una voz ronca que me soltó un suspiro—. Debe ser por algo importante, ¿no?

   —Yo... Uhm...

   —Quiero que sepas que Dios no te protegerá más. Ahora lo haré yo. —Caminó más hacia mí, causándome miedo y un ligero e inseguro arrepentimiento—. Estaré siempre contigo. A todos lados, a dondequiera que vayas y con quienquiera que tú estés. Tú me llamaste y... —una risita salió de su boca—, déjame decirte, Paul, que no sabes en lo que te has metido.

   El medio de me hizo apretar mis labios con fuerza. Tenía mis manos hacia atrás, apoyándome del espejo e intentando contener mi respiración agitada.

   —Ya no hay vuelta atrás. Vendiste tu alma. Ahora eres mío, Paul, eres completamente mío.

   ¿Era real? Tenía enormes dudas con respecto a la realidad de lo que estaba viviendo. Deslicé saliva por mi garganta reseca cuando John extendió su mano. Dudoso y mirándola, estiré mi mano para darle un apretón. El roce de su mano con la mía me dio un placentero calor, que fue quemando mi piel al transcurrir los segundos. Por tal motivo, la quité.

   —Quemas.

   —Lo sé —contestó. La sonrisa burlona y cínica no se borraba de sus labios, a pesar que parecía que estuviera totalmente serio—. Soy un completo infierno, ¿no es así?

   Asentí poco a poco. John se dio la espalda y comenzó a merodear por la habitación, con sus manos en el bolsillo.

   —Ya que ahora tengo lo mío... ¿Qué quieres tú de mí?

   Agaché la mirada. Me daba algo de vergüenza admitirle lo que me pasaba con respecto a las chicas. Comencé a quitarle las pelusitas a mi camisa polo de color amarillo para poder pensar en cómo decirle.

   —Yo... necesito que tú..., o usted... me ayude a... En todo. —Terminé de decir.

   —¿En todo?

   Di un brinco cuando lo escuché detrás de mí. Rápidamente me di la vuelta para mirarlo. Estaba ahí, detrás de mí, con sus manos detrás de la espalda y escuchándome atentamente.

   —Estaré siempre contigo, como ya te lo dije. Pero debes llamarme cada vez que me necesites. Siempre voy a venir. Dejaré de hacer mis cosas malas para poder cumplirle los caprichos a un niñito de ojitos avellanas.

   "Niñito de ojitos avellanas." Esas palabras me causaron un ligero cosquilleo en el estómago.

   —¿Puedo hacerle una pregunta?

   —Tutéame. Y claro que puedes.

   —¿Por qué parezco...?

   —¿Muerto? —concretó mi pregunta; tímidamente asentí—. Ya te lo dije: porque me diste tu alma. Es todo.

The Devil with an Empty Heart ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora