Capítulo XIX

2.2K 276 679
                                    

   Abrí mis ojos. Todo estaba oscuro y en silencio. Miré el reloj que estaba colgado en la pared, y me di cuenta que eran las cinco de la mañana. Una muy buena hora para alistarme antes que el resto.

   Toqué a John, que estaba plácidamente dormido a mi lado, para que se despertara. Abrió sus ojos pequeños de forma paulatina hasta que me miró y se sonrió. Incliné mi cuerpo hacia el suyo para darle un beso en los labios.

   —¿Cómo amaneció el alma más bella del mundo, eh?

   Un leve rubor recorrió mis mejillas, seguido de una risita tonta que lo hizo sonreír a él. Al acto se levantó estirando sus brazos.

   —Hay que alistarnos antes de que ellos se despierten —habló bajito, al tiempo que me tomaba de las manos y me hacía levantar de la cama, no sin antes tomar la bolsa con ropa y productos de higiene que habíamos preparado la noche anterior después del sexo—. Nos ducharemos juntos.

   Se sentía tan bien poder tocarlo sin sentir ardor...

   Nos encaminamos hacia el baño sin hacer ruido, y cerramos la puerta. Había un cancel, un lavabo y un lavamanos, así como también un espejo.

   No veía mi reflejo, pero eso ni siquiera me impresionó.

   —Es algo que tenía que pasar —explicó John, posicionándose a mi lado. Como era obvio, él tampoco se veía—. Hay grandes cambios en ti.

   Encogí mis hombros, restándole importancia al asunto. Si había podido librarme de que mamá y papá me llevaran al médico por mi palidez, podía sobrellevar esa y otras cargas. Aunque, a decir verdad, me importaba una mierda lo que pensaran/hicieran ellos.

   Estampé mis labios sobre su mejilla.

   —¿Nos duchamos? No querrás oler a Diablo, ¿verdad qué no?

   Me miró feo, para luego soltar una risita y pasar su mano por mi hombro. Me dio tres besos en la mejilla, llenándomela de baba satánica calentita que me hizo sonreír como un tonto.

   Acto seguido comencé a quitarme la camisa de pijama que cubría mi pectoral pálido. John también lo hizo, y al cabo de unos minutos ambos nos encontrábamos completamente desnudos en el baño, listo para iniciar una ducha juntitos.

   Se le veía el pectoral tatuado, y eso era una de las cosas más hermosas que mis ojos habían visto. Me resultó imposible no morderme los labios.

   —¿Puedes ponerle seguro a la puerta? —le pregunté, mirándolo—. No quiero que por error alguien abra la puerta y...

   —Hazlo tú, precioso.

   Bufé y moví mis piernas para dirigirme hasta la puerta, pero él me detuvo colocando sus manos sobre mi cintura y atrayéndome hacia él. Sentí su pene entre mi trasero, cosa que me causó un placentero cosquilleo en todo el cuerpo.

   —No tienes que ir hasta allá —susurró, descargando su mentón sobre mi hombro. Tomó mi brazo y lo alzó, más o menos hasta la altura de la perilla—. Ahora sólo piensa en cerrarla.

   —Es... e-es difícil...

   —Es fácil si lo intentas.

   Soltó mi brazo, pero yo lo dejé suspendido en el aire mientras por mi mente solo pasaba cerrar la puerta con seguro.

   De pronto se escuchó un sonido muy parecido, que me hizo abrir los ojos con suma rapidez. Fui hacia allá, manteniendo mi boca ligeramente abierta; coloqué mi mano sobre la perilla e intenté abrirla: estaba cerrada. Me giré para verlo.

The Devil with an Empty Heart ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora