Capítulo XX

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   El pitido penetro mis oídos y me hizo bufar. Eran las seis de la mañana, estábamos en formación y lo único que quería era largarme a casa y estar con John, en todos los sentidos posibles.

   Brian estaba delante de la formación, con el silbato colgado en el cuello y sus manos hacia atrás. Nos sonrió.

   —Buenos días, chicos —nos saludó con una sonrisa, la cual le dirigió a John. Solía preguntarme por qué esa clase de atenciones hacia él, y el por qué de esas miradas raras—. ¿Cómo amanecen?

   Se escuchó un 'bien' sostenido y enérgico por parte de todos, menos de John y de mí. Aquello hizo que Epstein nos mirara con el ceño ligeramente fruncido.

   —¿Durmieron bien? —nos pregunto, pero en realidad estaba mirando a John—. ¿Por qué no contestan? ¿Quieren que los mande hacer treinta sendillas antes del desayuno?

   Oh, qué miedo.

   —¿Y bien? —me miró a mí, y su ceño se frunció más. Noté que su semblante pasó de molesto a asombrado cuando me vio—. ¿Por qué luces así?

   —¿Así cómo?

   Agradecí el hecho de estar en primera fila, porque sabía que todos se morían de ganas por ver lo que había en mi cara que, a ciencia cierta, no podía saberlo.

   —¿No te estás alimentado bien? —preguntó, cruzándose de brazos—. La alimentación es muy importante a la hora de la actividad física. Mírate cómo estás... Luces pálido, con ojeras y estás demacrado. Deberías ir a la enfermería para que te pongan suero y te hidraten. Yo iré en un momento.

   John y yo intercambiamos miradas rápidas. Era raro, eso ni siquiera me angustiaba o me preocupaba.

   —¿No te sientes mareado o con náuseas?

   Sacudí mi cabeza en completa negación.

   —Ve a la enfermería. Ahora.

   Poniendo los ojos en blanco encaminé mis piernas hacia al frente; de reojo noté cómo John quiso seguirme, pero Brian se lo impidió. Estaba comenzando a detestarlo, y todo por esas actitudes y miradas extrañas hacia John. Creía que eran ideas mías, pero había decido comentarle acerca de ello.

   La enfermería quedaba al lado del lugar donde comíamos, era una pequeña cabaña adaptada y acomodada para aquel fin. Al día iban alrededor de diez personas por heridas leves, raspones, torceduras o golpes, debido a los ejercicios y "actividades recreativas" que impartían en el retiro "espiritual".

   Y vaya qué espiritual.

   Cuando me posicioné frente a la cabaña, empuñé mi mano y di tres toques. La misma se abrió enseguida, dejando ver a una mujer de estatura baja, un poco regordeta y de ojos claros, con un uniforme de enfermera. Su cabello era negro, corto hasta el cuello y con un flequillo recto que hacía más prominente su rostro redondo.

   —¿Sí?

   —Eh, m-mi instructor dijo que necesit...

   "¡Sí!", la voz de Brian detrás de mí me interrumpió. "Necesito que lo veas, míralo cómo está..."

   Al instante se colocó a mi lado y juntos nos adentramos a la cabaña, que tenía un aspecto bastante bonito y limpio. Había un estante con medicinas, un par de camillas y un escritorio, así como el resto de las cosas que integraban una enfermería.

   Y, por supuesto, no podía faltar toda clase de crucifijos acomodados de tal forma que, para ellos, resultara atractivo visualmente.

   —Siéntate en la camilla.

The Devil with an Empty Heart ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora