Capítulo XXII

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   Lo miré atónito y muy desconcertado, mientras él seguía haciendo trazos sobre la libreta. Pasé saliva por mi garganta.

   —¿Y qué pasa si no lo hago?

   Detuvo el movimiento de su mano súbitamente y alzó su rostro para verme. Lucía malévolo, perspicaz y me causaba terror. No era el mismo Satán dulce e intimidante que había invocado.

   —No querrás saberlo.

   Bufé.

   —¿Esas siempre son tus respuestas? Lo mismo me contestaste cuando te pregunté qué pasaba si alguien tocaba el corazón que me diste.

   Cerró sus ojos, inhaló con fuerza y cuando los abrió, el marrón de su iris se tornó ligeramente rojizo.

   —¿Quieres que te diga lo que va a pasar si alguien toca ese corazón?

   Pasé saliva por mi garganta y asentí.

   —Todo lo que siento por ti se va a acabar, pero eso no quiere decir que el pacto que hiciste conmigo se va a deshacer, no. Seguiré a tu lado, seguiré contigo, pero sin sentir nada por ti, ni una pizca de cariño ni de amor. Y eso, oh..., eso es muy malo, ¿no crees tú?

   —Está bien guardado —le dije—. Nadie tendrá contacto con eso. Pero, ¿qué pasa si no hago lo que me pediste hace un momento?

   —Te irá mal —enfatizó—. Muy mal. Tienes que hacer las cosas que yo te diga para que te pueda ir bien.

   —Pero, John..., no quiero hacer eso... En serio no quiero tener relaciones con alguien más que no seas tú.

   —Es sólo a una persona —dijo—. Sólo a una.

   —¿Y qué pasará con esa persona después? ¿Te conocerá? ¿Podrá hablarte así como lo hago yo?

   Negó con la cabeza.

   —No, porque no me ha invocado, pero su alma será mía y cuando muera será un auténtico ángel malo.

   Me quedé en silencio, recordando y pensando sobre lo que Klaus me había dicho anteriormente. Tuve el valor de alzar mi rostro y mirarlo a los ojos. Para ese entonces, el dibujo había dejado de tomar tanta importancia.

   —Klaus me dijo que mi alma será completamente tuya cuando tú así lo decidas y cuando cobres todas las cosas que me has dado.

   El lápiz que su mano sostenía se quebró de inmediato.

   —Son mentiras —manifestó. Su voz se había vuelto más ronca de lo normal—. Está mintiendo. Ya tu alma es mía. Completamente mía. Yo te lo dije y deberías creerme.

   —Se supone que Klaus es un Ángel de Dios..., y ellos nunca mienten...

   —¿Me crees a mí o le crees a él, ah? —preguntó con un tono de voz alto que hizo acelerar los latidos de mi corazón—. Tu alma es mía, y ya no hay vuelta atrás. Cuando tú mueras también serás un ángel malo.

   Mi cuerpo se tensó.

   —¿C-Cuando muera? ¿Y eso...?

   —Eso lo decido yo, porque tengo la potestad de poder decidir qué hacer contigo y con tu vida.

   Me levanté ipso facto, dejando las cosas sobre el césped y recostando mi cuerpo sobre el tronco del pino. Lo miré con terror, al tiempo que sentía cómo un escalofrío recorría mi espalda.

   —¿Cuándo t-t-tú lo decidas?

   Él asintió. Se levantó con suma lentitud y camino hasta posicionarse frente a mí; descargó la palma de su mano sobre el tronco y con la otra me acarició el mentón.

The Devil with an Empty Heart ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora