Capítulo IX

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   Él se quedó en silencio y mirándome fijamente. Rogué para que no desapareciera. Llevó su mano a mi mentón y deslizó sus dedos suavemente por dicha zona, al tiempo que me regalaba una sutil sonrisa.

   —¿Por qué me preguntas eso, precioso? Yo no lo he olvidado.

   —P-Pero tú... desapareciste luego de hacerlo y lo ignoras todo este tiempo.

   —No lo ignoro.

   —Sí lo haces.

   —No lo hago.

   —¡Claro que sí!

   —¿Quieres que te dé otro besito, mi niño hermoso? —me apretó un cachetito, haciéndome ruborizar—. No te pongas malcriado. Aunque, te digo, que te ves muy tierno.

   En medio de una risita, cubrí mi rostro con la cobija para ocultar el prominente rubor que estaba situado en mis mejillas. Además, verlo tanto tiempo —y qué él me mirara— me intimidaba a niveles inimaginables.

   Segundos después asomé un ojo por la ranura de la cobija que había formado por mis dedos. No lo vi.

   —¿John...? ¿Te fuiste otra vez?

   De pronto sentí unos cálidos brazos rodearme que me hicieron dar un leve respingo. Cuando me giré, John estaba detrás de mí, con sus manos deslizándose por mis brazos y mirándome.

   Me tensé más de lo que ya estaba. No entendía cómo de mí podía salir tantos nervios a la hora de ese tipo de cosas; me consideraba una cajita de emociones nerviosas que salían por cualquier cosa, y más si ese cualquier cosa se trataba de John.

   —Descansa, precioso —me dio un beso en la mejilla, logrando el sutil ardor en la zona. Luego se levantó y acomodó su traje—. Mañana tienes que levantarte temprano.

   —Mmh, no quiero ir —tallé mi ojo—. Pero me toca.

   —¿Quieres que ponga buenas notas en la planilla de las materias? Puedo hacerlo, no tengo problema.

   —¡No, no! Quiero hacer mi examen.

   —Eres una dulzura de alma y un niño exageradamente bueno. Dos de las tantas cosas que me gustan de ti. Me preguntó cómo fue que llegaste a invocarme... Bueno, de todos modos, me alegra que haya sido así.

   El calor en mis mejillas me indicaba que... oh no, me había ruborizado otra vez. Sonreí de la forma más amplia posible, como forma de disimular lo nervioso que estaba. Pero, como era de esperarlo, él lo notó.

   —Y yo... yo me pregunto cómo es que Satán se personificó en alguien tan apuesto como tú.

   Sus labios se estiraron hasta esbozar una sonrisa ligeramente diabólica que hizo que la piel de mi espalda se erizara por completo.

   —Ese tipo de preguntas son las que nunca tienen respuestas.

   Y desapareció, dejando en la habitación una estela de humo negro y una interrogante revoloteando en mi cabeza.

***

   —¡No te cambies de ropa, Paul! Recuerda que tu padre va a venir a almorzar hoy. Y espero que no seas grosero con él.

   No le contesté, solo asentí y terminé de subir las escaleras. Cuando llegué a mi recámara, tiré la mochila sobre el sofá y miré mi silueta en el espejo para ver si el atuendo con que había ido a la universidad estaba bonito. Papá siempre me decía cosas como: "Combínate de ropa", "Ese pantalón no te queda bien" o "esa camisa no es de tu talla, te queda grande."

The Devil with an Empty Heart ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora