Capítulo XVIII

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   John se quedó perplejo, ligeramente asombrado y con un desconcierto tremendo que me hizo besarle los labios para hacerle saber que no iba a doblegar mi decisión, a pesar que estábamos compartiendo habitación con varios chicos y el cerdo de Peter que estaba en la cama de arriba.

   —¿En serio? ¿En serio quieres eso? —formuló mi pregunta cuando nos separamos. El ardor de mis labios era leve—. ¿Aquí?

   Asentí. Nunca había estado tan seguro como lo estaba ahora. No me importaba no poder caminar al día siguiente con tal de hacerlo.

   —Intentaré no hacer mucho ruido —le dije, sintiendo como el rubor amenazaba mis mejillas—. Ya sabes, p-para no despertarlos y... S-Sería incómodo...

   Él se sonrió.

   —No necesitas contenerte.

   De pronto, su sostenida mirada hacia los demás que dormían plácidamente me hizo mirarlos también. Casi de inmediato dejaron de respirar, cosa que me hizo mirar a John con un semblante pálido y lleno de asombro.

   —¿L-Los mataste?

   Negó con la cabeza, y al ver mi rostro asustado se rió un poco.

   —Solo hice que sus almas salieran de sus cuerpos por un momento. Esas almas van a deambular por ahí, en algún lugar cerca de por aquí. Y cuando ellos despierten la mañana siguiente y cuando visiten esos mismos lugares, tendrán la sensación de haber estado ahí antes. Un Deja Vu.

   Ante su explicación, parpadeé varias veces estando bastante sorprendido por lo que había escuchado. Él esbozó una cálida sonrisa, al momento que se desprendía el pijama. Si estaba asombrado, ahora lo estaba el doble: el hecho de ver su pectoral desnudo y tatuado me hizo estremecer.

   —Espero que esta vez no haya incendio...

   John se rió a carcajadas, al tiempo que un rubor se expandía por sus mejillas. Eso me enterneció mucho.

   —No sabía que podía hacer eso, en serio —me confesó—. Cuando lo estaba haciendo se sentía tan bien que ni siquiera pensaba en detenerme. Hasta que se incendió.

   —¿Eso te dolió?

   —Soy inmune a toda clase de dolor..., a no ser que venga de ti, en cualquiera de sus formas. Y pronto tú también serás inmune a toda clase de dolor, a no ser que venga de mí, en cualquiera de sus formas.

   Esa frase hizo acelerar tontamente los latidos de mi corazón. Me lamí los labios de forma paulatina, al momento que me inclinaba hacia él para darle un beso intenso que me provocó un ardor.

   Pero él no se detuvo: mientras me daba besos en el cuello, desprendió la camisa de mi pijama hasta aventarla a un lado y dejarme el pectoral desnudo. Acto seguido se inclinó hacia mí para besarme los labios, haciendo que yo me acostara nuevamente sobre el colchón y apoyara la cabeza sobre la almohada.

   Suspiré en medio del beso y me separé rápidamente, pues el ardor que tenía no lo soportaba. Mientras se lamía los labios, se posicionó sobre mí si descargar todo el peso de su cuerpo. El calor que transmitía era cálido, y en cuanto al malestar... ya me había acostumbrado a ello.

   Volvió a besarme con la misma intensidad de la vez anterior, dejándome otra vez sin aliento, con ardor y con más ganas de continuar.

   —Es... es difícil hacerlo así —murmuré—. Me arde mucho.

   —Los sacrificios valen la pena...

   Llevó su mano hacia mi cintura, bajó el pantalón de pijama y lo deslizó por mis piernas para desprendérmelo. Lo aventó a un lado, y miró mi cuerpo casi desnudo con una sonrisa en los labios.

The Devil with an Empty Heart ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora