10.

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Al entrar por los pasillos de la iglesia, yo iba muy sumida en mis pensamientos e ideas, de cómo se encaminaría mi vida una vez me confirme. De repente tuve que frenar de golpe para ver si mis ojos no me engañaban.

¿Era Adrián quien hablaba alegremente con el padre Pedro?

¡Si era él! ¡Por supuesto que sí!

¿Pero no estaba de viaje de negocios?... Empecé a sentirme mareada... acelerada... iba a dar media vuelta y salir por donde vine, cuando fui fichada con la mirada por el Padre, quien no tardo en sonreírme y llamarme, delatando mi presencia.

—¡Emma, hija!, acércate por favor.

Al oír mi nombre los ojos de Adrián me buscaron hasta encontrarme, y lo vi apenas contener una iluminada sonrisa.
Ojalá lo conociera mejor. Así podría  saber que significaba el que me mirase tan profundo y feliz.

Me costó mucho seguir la petición del Padre, porque  mis piernas me temblaban tanto que podrían dejar de sostenerme en cualquier momento.

—Buenas tardes—murmuré.

—Buenas tardes, Emma— oí decir suave a Adrián.

—Padre—. Agache la cabeza como saludo, el reverendo levanto su mano y yo la bese mínimamente.

—Llegas temprano, hija.

—Creí que necesitaría mi ayuda—dije con la cabeza baja. No tenía la suficiente valentía para mirarle a Adrián. Además, era raro, pero, sentía que los ojos de él estaban sobre mi de forma continua.

—No tuve tiempo de avisarte, pero me temo que se han cancelado los planes de hoy—. Me aviso el padre.—Debo salir urgente hasta casi las afueras, lamentablemente hay una persona que agoniza y necesita que lo confiese y le dé la unción. Me han mandado llamar hace una hora.

—Oh, que terrible. Lamento oír eso, Padre.

—Sí, hija. Una pena. Y pues debido a la gravedad del asunto, tendré que cerrar la iglesia. ¿Te importaría venir mañana, para ayudarme a limpiar las estatuillas del Santuario?

—De ninguna manera, Padre. Estaré a la hora que me diga.

—Perfecto. Estate aquí por la mañana, hija, me ayudaras después de la misa—. Asentí—. Bueno—continuó el Padre—. Debo ir a alistarme para salir corriendo. Vayan con Dios, hijos míos.

Y se fue.

Se fue y me quedé sola con Adrián. Con toda mi fuerza de voluntad levante la vista y me encontré con que él me miraba como si yo fuera un baúl lleno de diamantes.

Era demasiado.

—Con permiso—atiné a decir haciendo un movimiento con la cabeza, para empezar con mi huida.

Lo oí llamarme un par de veces, pero no me detuve. No, hasta que él se posicionó en  frente de mí y me bloqueo la salida.

—Emma, por favor, hablemos.

Negué con la cabeza.

—Por favor...

—No puedo Adrián, lo siento—traté de pasarlo, pero no me dejo.

—Emma...

—Adrián...

Él sopesó un respiro.

—Solo quiero disculparme contigo—dijo rápido, luego respiro muy largo—. Sé que fue muy atrevido de mi parte lo que hice el otro día. No debí besarte sin tu consentimiento, discúlpame, ¿sí?

Emma. A Solo Un Beso Del Pecado. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora