Hacerlo con Adrián por primera vez, fue lo mejor que haya vivido.
Y me encantaba saber que fue con él. No estoy arrepentida y no creo que vaya estarlo nunca.
Después de aquella vez en su cuarto, Adrián cuidó mucho de mí.
Me ayudó a asearme y a vestirme. Hizo que me prepararan algo de comer para recuperar fuerzas.Sus atenciones no paraban, aunque yo se lo pedía. Él estaba empecinado en cuidarme.
De camino a casa no hizo otra cosa más que abrazarme y preguntarme si me dolía, si me encontraba bien. Me hacía tan bien saber que me protegía de esa manera.
Aunque yo dijera que me asfixiaba... la realidad era que me encantaba.
Amaba Adrián con todas mis fuerzas.
Amaba cada fibra de él, todo lo bueno y todo lo malo.Después de ese encuentro hubieron más, la segunda vez que lo hicimos, fue en la casa del lago, en la habitación donde solíamos recostarnos.
La tercera fue en el balcón que daba al lago. Cada vez que me entregaba a Adrián, era maravilloso.
Juraba que solo él tenía el don de hacerme sentir tan bien, de hacerme sentir confiada.
Por más ansioso o presuroso que estuviera, siempre se daba el tiempo de mimarme, cuidarme y consentirme.Yo trataba de devolverle las mismas atenciones y cuidados. Trataba de complacerlo en todo lo que podía.
Pero, aunque ambos éramos inmensamente felices, también vivíamos el lado oscuro de eso.
Hacer el amor no hizo que la relación fuera más fácil y llevadera.
Ambos moríamos de la tristeza a la hora de separarnos para vestirnos.Cada día era más difícil mantenernos alejados y pretender que éramos extraños, frente ala gente y frente a mi familia.
Cuando Adrián estaba en casa, apenas podía dejar de sonreírme... y yo de mirarlo embobada.
Un día mientras almorzábamos me pidió que le pasará la sal, y yo ni corta ni perezosa lo hice, pero no sin antes rosar nuestros dedos intencionalmente.
Fue una terrible idea.
Una corriente nos atravesó y nos dejó sin respiración a ambos. Jugar con fuego cuando tienes poco auto control, era pésima idea, y lo descubrí del peor modo.
Esa misma tarde, Adrián llegó a mi casa, no mucho después de haber partido conJulio y mi padre.
—Adrián—dijo mamá sorprendida de verlo—. ¿Qué haces aquí? ¿Qué ha pasado?
—Señora Rosaura—Adrián le sonrió confiado—. Vengo de ver al padre Pedro. Bueno, en realidad pasé a la iglesia a supervisar cómo van los arreglos del techo. Mi familia se está haciendo cargo.
—Si tu padre ha sido muy generoso donando todos los arreglos—le dijo mamá sonriendo.
—Sí, si, pero, como le decía, el padre Pedro me comentó que precisa que Emma vaya a la iglesia.
Desde atrás yo lo miraba extrañada.
Eso no podía ser. Los martes la encargada del catecismo era Eloísa, no yo.
¿Para qué iba a necesitarme el padre?
—¿Pará qué quiere el padre a Emma? —preguntó mamá con curiosidad, como leyendo mi mente.
—Creo que Eloísa ha enfermado, y no hay quien les de las clases a los niños de la comunión.
—Ay, qué pena.
—Si. Por eso el padre ha pensado que Emma tal vez podría, y como lo he visto tan afligido me he ofrecido en venir a preguntar, si Emma puede.
—Es que los martes el catecismo termina bastante tarde. No quiero que Emma, vuelva sola.
—No lo hará. Yo puedo llevarla y traerla— Ofreció Adrián al segundo.
—¿Tú?
—Sí, señora. A mí no me importaría, con tal de colaborar con esos pobres niños.
—No sabias que estabas tan interesado en ayudar a la iglesia.
—A veces hasta yo mismo me sorprendo, señora Rosaura.
Ahora si me reí con eso...pero tuve que esconder rápido mi sonrisa, cuando mamá se volteó para hablarme.
—¿Podrías ir a ayudar?Levanté un hombro:
—Sí, si tú me das permiso.
Mamá lo pensó unos segundos y luego dijo:
—Qué Adrián te llevé y te traiga—lo dijo como sentencia—, y no se te ocurra tardarte y llegar después de tu padre o Julio.
Asentí y Adrián también lo hizo.
—La traeré temprano, se lo prometo.
Mamá asintió.
—Te la encargo, Adrián.
Ya estábamos en el carruaje, a unos metros de la casa y Adrián corrió las cortinas por completo.
—¿De qué se habrá enfermado Eloísa? —Me pregunté en voz alta.
Adrián dio una risilla y me dijo:
—Oh, amor. Amo tu inocencia—dijo sentándose a mi lado y yo puse cara de no entenderle, él continuo:
— Tontita, Eloísa no ha enfermado, ni yo he ido por la iglesia.—Pero...
Adrián acalló mi duda besándome intenso.
—Eso que me hiciste durante el almuerzo, fue tortura pura—me recordó dolido—, apenas y me contuve de hacer una locura. Luego de eso, no podía pasar una hora más de este día sin ti. Tuve que inventar algo— me besó de nuevo.Me separé de él agitada.
—Espera,espera—dije poniendo un poco de distancia—. ¿Mentiste para sacarme de mi casa?
—Un poco.
—¿Le mentiste a mi mamá? — dije sin poder creer la tranquilidad que usó al hacerlo.
—Emma por ti, yo le mentiría a tu madre, a todo el mundo y al mismo Dios, si hace falta—dijo sonriente.
Sabía que eso no era mentira. Si lo haría... y me encantaba.
No es que mentir fuera correcto... pero sentía que nuestra causa era buena y lo valía.
Mordí mis labios y luego le sonreí.
—Te amo.
Aquella vez fuimos a su casa... pero no llegamos hasta su habitación. Era tanta nuestra desesperación y nuestro deseo, que Adrián nos metió a la biblioteca y ahí me desnudo entera.
A él solo le dio tiempo de quitarse la camisa y de desabrocharse los pantalones, antes acostarme en ese gran sillón de visitas y hacerme el amor como un loco.
No hubo nada delicado.
Entre mis piernas Adrián actuó como se sentía. Desesperado por tenerme. Me sentí deseada y necesitada... de la misma forma en que yo lo sentía por él.A pesar de que yo quería hacerlo y estar aquí, había una parte de mí que me decía que estaba mal hacer esto antes de casarnos. Yo sabía que estaba mal haber renunciado a mi voto religioso por un hombre... pero yo amaba a este hombre.
Amaba la forma en que juntos podíamos ser infinitos.Fue entonces cuando me di cuenta, que yo nunca nací para ser religiosa.
Escogí el amor antes del deber... y no me arrepentía, lo haría mil veces más.
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Emma. A Solo Un Beso Del Pecado. (Terminada)
RomanceEmma es una muchacha dulce y tímida, nacida en una época pasada, bajo el seno de una familia religiosa y muy conservadora. A la edad de trece años, Emma sufre la desgracia de enterarse que padece de un mal, algo que no va a matarla, pero definitiva...