33.

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No pude abrir los ojos por mucho tiempo.
Segundos después de caer inconsciente, oí entre medio del bullicio, que me estaban llevando al médico.
Eso fue todo, antes de ser tragada por el sueño.

Desperté en mi cama, la tenue luz de una vela me daba la triste bienvenida.

Oí unos ruidos parecidos a golpes, y la voz de mamá suplicar que mi padre se detuviera.

Me levanté lo más rápido que pude de mi cama, justo cuando la puerta se abría de golpe.

Mi padre tenía en su mano un látigo de tres puntas… que yo jamás había visto aquí en la casa.

Tragué duro.

—¿Qué pasa?

—¡Hija del infierno! ¡Ya verás lo que te va a pasar por impura!

Jadeé. Dios mío…. ¿Había forma de que sepa que estuve con Adrián?

—Cecilio, por favor no— mamá se colgó de su brazo suplicándole—, no le hagas daño. Es nuestra hija.

—¡Ya no es mi hija! Esa… —papá me señaló—… esa ya no es más que una zorra barata para mí. Y la voy tratar igual.

—¿Que está pasando?

—¡No te hagas la que no sabes, impura!

Dios mío, lo sabía.

Iba a matarme.

—¿Mamá? —llamé comenzando a implorar por mi seguridad.

Mamá me miró abatida y me dijo:

Estás embarazada, Emma.

Jadee y me desequilibre.

Imposible.

¿Embarazada?... Eso no era posible…. O ¿Si?

Toqué mi vientre. 

—Pero eso no es posible.

—El doctor nos lo dijo cuándo te llevamos hoy por tu desmayo. Llevas un bebé  en tu vientre… por eso has estado vomitando y con tantos mareos.

No, no, no.

¿Un bebé?

—D-dijeron que nunca podría—lloré cubriéndome la boca.

—Es un milagro.

—¡Eso no es un milagro! ¡Es una maldición! —Gritó mi padre—. ¡Ahora mismo corregiré esto! ¿¡Quién es el padre de esa abominación, Emma!?

Negué con la cabeza pensando en el padre.

El padre de mi hijo, era Adrián. Mi amado Adrián.

—¡Habla, muchacha impura! —apuró papá moviendo su látigo en el aire, el sonido que hizo me estremeció hasta los huesos… pero seguí negando.

Nadie lo sabría. Ni siquiera el propio Adrián. Porque de saberlo, ya no llevaría a cabo su matrimonio con Romina, y ya no le cumpliría a su madre.

Yo no podría vivir con eso. Con la culpa.

—N-no lo voy a decir—dije con la voz temblándome.

—¡Desgraciada! — gruñó y quiso venir por mí, pero mamá lo detuvo y se llevó la peor parte.
Papá libero su brazo y tirando al piso con eso a mi madre.

—¡No! — protesté.

—¡Cállate! —me grito papá. Entonces agarro a mi madre del brazo, mientras esta le suplicaba que recapacitara.

No la escuchó.

La saco afuera y cerró mi puerta.

Mi mundo se hizo un nudo.

—Ahora vamos a ver si no te saco el nombre de ese infeliz a golpes.

Mi padre avanzó furioso hacia a mí, y ese látigo le temblaba en la mano…. 

Al otro lado de la puerta se oían los gritos de súplica de mi madre.

Las lágrimas resbalaban por mi mejilla, porque sabía que algo muy malo ya venía. Era a lo que le había estado temiendo todo este tiempo.

Toqué mi vientre y le pedí a mi hijo que resistiera a la pesadilla.

Le prometí que yo sería fuerte por ambos.

Le prometí que saldríamos de esta… y que al llegar la mañana nos iríamos de aquí. No iríamos lejos, donde nadie nos conociese… donde nadie nunca nos encuentre. Y entonces, seriamos felices los dos.

Conté y sentí el dolor de los doce primeros latigazos.
Pude sentir como mi piel se abría y como el cuero invadía mi carne, gustoso por seguir hasta ver la sangre correr.

Apenas y contenía mis sollozos.

Mi padre me azotaba sin piedad, sin misericordia... pronto sentí que mi espalda y mi vestido se empapaban de algo tibio…

Mi resistencia se estaba agotando por más que yo intentaba mantenerme firme cuando los más crueles de los dolores me estrangulaban.

En un principio no quise ceder tan fácil. Quería resistir... Pero, no me alcanzaron las fuerzas.
Con lágrimas en los ojos, me desconecté.
Cerré los ojos y fui a lado de mi hijo.

Lo cargué y le mostré como sería nuestra vida, cuando este horroroso momento pasará.

Le mostré que yo iba amarlo, más que a mi propia vida.
Luego me imaginé como hubiera reaccionado Adrián de saber que iba a ser padre. Hubiera sido el hombre más feliz del mundo. Quizás lloraría de la emoción. Me besaría y sonreiría pleno.

También imaginé las veces que estuvimos juntos, nuestra última vez Recordé con nostalgia como yacimos desnudos bajo la luz de la luna, amándonos.

Amándonos para siempre…

Después de un rato, escuché lejanamente el ruido de la puerta y escuché lo gritos de mamá y de Julio.

Quería abrir los ojos y ver qué pasaba… pero, ya no podía.
Me había hundido en un profundo sueño donde el dolor físico se pronunciaba… pero no era más fuerte que mi felicidad por saber que había un bebé dentro de mí.

Un bebé de Adrián…

Mi amado y yo fuimos bendecidos con un hijo…  —fue lo último que pensé, antes de desconectarme totalmente.

Emma. A Solo Un Beso Del Pecado. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora