13.

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Por supuesto que me besó, y no solo en ese momento, si no, a cada que tuvo oportunidad.

Estuvimos viendo el lago por unos veinte minutos, según el reloj de Adrián. Luego le pedí regresar y él dijo que sí. Pero el trayecto de vuelta fue mucho más largo, porque Adrián se dedicaba a besarme en cada tramo del camino.

Cada que intentaba regañarlo, él me abrazaba sonriente y cariñoso, y decía: 

—Solo quiero recordar que te he besado en este lugar. Y en este—decía besándome de nuevo.

No parecía una respuesta razonable... pero a mí me parecía lindo. Así que acallaba mis objeciones.

De camino al pueblo, Adrián me abrazó todo el tiempo, y charlamos de las cosas favoritas de cada uno, incluyendo las comidas. Yo ya sabía que a él le gustaba el estofado de cerdo, y él sabía que yo moría por el cordero asado. Yo sabía que su postre preferido era el arroz con leche, y el menciono que yo podía comer las veinticuatro horas del día cualquier tipo de galletas dulce.

Hablar de tanta comida hizo que me diera hambre y se lo comuniqué.

Él respondió:

—Vamos al café del pueblo. Tienen unas galletas que estoy seguro que van a fascinarte.

Oírlo decir eso disparó una alarma   dentro de mí y me separé de su abrazo para mirarle aterrada.

—¿Qué sucede? —preguntó extrañado por mi reacción.

—Adrián, no pueden vernos juntos. Nadie puede.

El ceño de Adrián se arrugo desconcertado.

Negué con la cabeza intentando ordenar lo que quería decir:

—Es que mi padre me mataría si sabe que estoy contigo.

—Yo puedo hablar con él...

—NO, Adrián. No puedes. Mi padre ha sido muy amable contigo, porque eres amigo de Julio. Pero si se entera que tú y yo tenemos algo que ver... si alguien del pueblo hablase siquiera de eso.... Sería fatal. No quiero pensar lo que haría.

Adrián se sentó recto y erguido, como si ahora estuviera alerta.

—¿Por qué le temes tanto?

—Porque lo conozco.

—¿Qué te ha hecho, Emma? —su cara se coloreo en un segundo y detecté cólera en su voz—, ¿Don Cecilio te ha golpeado alguna vez?

Negué con la cabeza, mientras le decía: —No. Nunca. Pero no quiero darle motivos para que lo haga.

—Emma...

—Por favor—le dije rápido—, podemos hacer esto sin que nadie se entere.

—¿A escondidas?

—Solo hasta que veamos como surgen las cosas entre nosotros—sugerí apurada.

Adrián dio un respiro.
—Emma, desde ya te digo que esto no es ningún juego para mí. Tengo todas las intenciones de ir enserio contigo.

—¿Te refieres a que...?

—Quiero pedir permiso a tu familia para cortejarte como se debe.

Negué con la cabeza. Imaginé a mi padre alistando su rifle y apuntándole, si él cometiera ese fatal error. Tuve náuseas y hasta olvidé mi hambre.

— Por favor, Adrián. Vamos con calma, si— le supliqué con la voz y la mirada.

Adrián se quedó viéndome e hizo una mueca con los labios. Yo aproveché su duda para poner mi mano sobre la suya, y susurrarle una vez más:

Emma. A Solo Un Beso Del Pecado. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora