42. <<Emma>>

483 44 5
                                    

Emma.

Mientras recibimos a los invitados, le hago mimos y caras a Ada, para que no se aburra y no lloré.

Creo que medio pueblo está aquí. Mi suegro no es de hacer cosas sencillas como las que mi familia y yo, estamos acostumbrados... Menos si se trata de Ada.

Nos es que me queje. Sé que él ama a Ada, y está es su manera de demostrárselo... solo me preocupa, cuanto más la mimará cuando crezca.

Miró Adrián, perfectamente vestido, peinado, mientras saluda a la gente.

Aun no puedo creer que sea mío. No me canso de mirarlo a él y a mi hija. Son hermosos.

No puedo creer lo afortunada que soy de formar parte de sus vidas.

La única cosa que ha empañado nuestra felicidad, fue enterarme de la muerte de mi padre, unos días antes de que llegará la bebé.

Se había tirado de un acantilado, al parecer hacía mucho ya.

Reconocieron su cuerpo, gracias a una carta que estaba a su lado, con destinatario para mi madre.

A Adrián, no le gusta hablar de él. A Julio y a mi madre tampoco. A veces pienso que quieren enterrar su memoria. Ni siquiera quieren que le hable a Ada, sobre él.

Pero es mi padre.

Y me niego a que mi hija, crezca en la ignorancia sobre su otro abuelo.

No defiendo ni justifico lo que él me hizo. Pero Ada debe saber, que Cecilio Romero, era su abuelo, y aunque era una persona llena de miedos y paranoica, que actuó de forma equivoca, la hubiera amado.

Porque sé que así hubiera sido.

Mi padre no era malo. Solo era ignorante y miedoso del mismo mundo, o de lo que no podía controlar.

Pero sé que Ada hubiera apagado todos esos miedos.

Veo que Adrián toma una rosa del arreglo más cercano y se encamina hacia nosotras, con una sonrisa tan grande como el amor que nos tiene.

—Hola mis hermosas-–Adrián besó la frente de Ada, y a mí me besó los labios.

—Hola—dije embobada.

—Ten amor—dijo ofreciéndome la rosa. Antes de que yo la agarrará, Ada me ganó, tomando la rosa en su pequeño puño y desgarrando sus pétalos.

Hice un puchero y Adrián se rió de eso y dijo:

—Es la doceava en la semana.

—Sip. Sin contar el collar de perlas que  destruyó. Fue el que me regalaste para nuestro aniversario— le recordé.

—Es verdad— concordó Adrián—. Por cierto, he olvidado pasar por el joyero para ver si ya la arreglaron.

—Yo también lo olvide.

—¿No estamos olvidando muchas cosas últimamente?

—¿Cómo tus reuniones de negocios?

—Eso no fue culpa de mi hija— protestó ofendido.

—Eh, te quedaste jugando con ella toda la tarde— le recordé.

—¿Enserio?

—Mucho.

—¿Ada, tú estás provocando que nos volvamos tan olvidadizos?

— Ño —. Es la respuesta de Ada, moviendo su cabecita y luego hace pucheros con su saliva.

Adrián no puede evitar derretirse y sonreír, luego le besa las mejillas y por millonésima vez le dice cuanto la ama.

—¿Quieres ayudarme a cargarla? —le preguntó—. Quisiera ir a traerle un sombrero.

—Claro— dice tomándola de inmediato—, ve, amor. No quiero que los rizos de mi angelita, sean achicharrados por el sol.

Antes de marcharme miré a ambos una última vez. Ada era muy parecida Adrián, eso decía mi suegra.
Y sí.
Ambos se veían iguales de bebé. Esperaba que, a mi hija, le durarán un poco más sus adorables rizos. A adrián se le quitaron al cumplir el año, y su pelo quedo de ese castaño ondulado.

Bueno, como decía, Ada es la réplica de su padre. Aunque ha sacado un color de ojos inusual, es una mezcla entre café y verdes... que no sabría explicar.

Es muy lindo ver cómo la gente se queda prendada de su mirada. Las cejas de mi pequeña son largas y pobladas, no son rizadas como las mías.

Definitivamente Ada es la mejor versión de Adrián y de mí.

Al volver de la casa con el sombrero, pude ver a mi hija y a su padre, chillando y riendo de emoción.
Adrián trataba de que Ada saludará dando la mano y si negaba le hacía cosquilla... Mí pequeña reía sin parar.  

La verdad, era adorable verlos.

Entonces se me vino a la mente lo que el doctor Hernández le dijo a mi madre, aquella vez cuando yo tenía trece años.

Dijo que: no perdiera la fe, que todavía los milagros estaban por ahí caminando.

Y era verdad.

El primer milagro, llegó a mi vida una noche con el nombre de Adrián Aldama.

Él me hizo ver el mundo con ojos de libertad, abrió mi mente y mi alma a cosas que yo sola por mi cuenta, nunca hubiera tenido el valor de conocer.

Me hizo mujer y me hizo madre.

Él trajo consigo a mi segundo milagro, de nombre Ada Aldama Romero. Una niña que era la luz de mis ojos, la preciosa flor que yo cultivaba cada día y a la que me dedicaba en cuerpo y alma.

Muchas personas han dicho muchas cosas sobre nosotros.

Que fuimos pecaminoso.

Que fuimos irrespetuoso.

Que me embaracé apropósito.

Que Adrián se aprovechó de mí, y ¡Cómo no!, si mi familia había invitado al enemigo a mi casa.

Lo que muchos no saben, es que, cada cosa sucedió como tenia que suceder.

Empezando por ese beso que Adrián me robó en la cocina y terminando en las muchas veces en que fui suya.

Era verdad que entonces no estábamos casados. Pero, nos amábamos el uno al otro.
Nos entendíamos y cuidábamos el uno al otro.

Yo no me arrepiento de ninguna de las cosas que hemos hecho, porque sé que todo aquello nos dirigió  justo hasta aquí.
Nos ha dado a nuestra hija, y eso, eso  es lo mejor que ha podido nacer de nuestro amor.

Emma. A Solo Un Beso Del Pecado. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora