EMPIRE [Steve Rogers]

23. Inesperado

"La edad no podrá marchitarla, ni la rutina helará sus encantos.
Otras mujeres sacian el hambre que alimentan, ella provoca más hambre cuanto más sacia.
Pues hasta lo más impuro tanto purifica, que incluso los santos sacerdotes la bendicen si peca..."

🕉

Pasaron un par de minutos antes de que Amirah pudiese caer en cuenta de lo que había escuchado y ya un enorme desconcierto le recorría el cuerpo de pies a cabeza.
El eco de las palabras del rubio parecía repicar en cada muro de la habitación.

-¿Qué dijiste? - preguntó cuándo consiguió volver a encontrar su propia voz. Esta salió un susurro tembloroso.

Caelan le sonrío con burla pero no respondió, en cambió se giró en redondo hacia uno de sus hombre para darle precisas de que la mantuviesen vigilada las 24 horas del día.

-¡¿Qué fue lo que dijiste?! - repitió desesperada, al ver sus claras intenciones de marcharse. 

-Para ser una emperatriz no eres muy lista ¿verdad cielo? - rio aún de espaldas a ella - Más vale que descanses, mañana será un día muy entretenido. 

Y salió de ahí, dejando a Amirah con un terrible dolor en el pecho.

🕉

-Arriba - Tony palmeó suavemente el hombro de Steve para despertarlo, aunque el rubio abrió los ojos desde que le escuchó acercarse. 

El primer Vengador bostezó repetidas veces, haciendo esfuerzos para mantenerse despierto. Estaba agotado, física y mentalmente, pero eso parecía llevar a su sentido de alerta a un nivel más agudo. 

-¿Qué sucede? - preguntó, aún con la voz ronca. 

El castaño apretó los labios en una fina línea. Debía pensar muy bien las palabras que utilizaría con su amigo para intentar evitar que enloqueciera, aunque sabía muy en el fondo que eso sería una tarea imposible. 

-Tony - inclinó la cabeza, extrañado - ¿Qué sucede? 

El aludido sacudió la cabeza, como queriendo alejar todos los pensamientos negativos y al ver el rostro confundido del rubio, inspiró profundamente. 

-Es Amirah. 

Steve escuchó esas últimas palabras con un pánico extremo drenándose a través de sus huesos y tan pronto como consiguió procesarlas, saltó de su lugar y corrió tan rápido como pudo escaleras arriba. 

Durante ese tortuoso momento lo único que fue capaz de ocupar su mente fue el rostro de la castaña y cuándo llegó al sitio donde se encontraba el ataúd de Ra... sentía como los latidos de su corazón iban disminuyendo. En los semblantes de sus compañeros alcanzó a distinguir la misma mortífera preocupación e inquietud que le consumían a él.  

-Steve... - Natasha intentó acercarse de primera, pero se detuvo a sí misma al observar los ojos atormentados del rubio. 

De cualquier modo no sabría que decir para calmarle. Probablemente no existiese nada que en ese momento, pudiera conseguir aquel efecto sobre él. 

Steve recorrió un par de veces todo el lugar con la mirada impaciente, incrédula. No era indiferencia la suya, tampoco desdén, menos desprecio: era miedo, puro miedo de escuchar aquello que su mente ya sabía pero que su corazón se negaba a creer.