EMPIRE [Steve Rogers]

27. Confesiones

-¿Por qué no nos dijiste nada? Hubieras gritado, pudimos...

-Lo sé - lo interrumpió Amirah a media oración - pero no quería ponerlos en riesgo, Caelan solo me quería a mí y tampoco iba a permitir que obtuviera la tumba de Ra.

-Amirah, se supone que yo te protegería - el rubio se puso de pie - Me siento responsable de ti, ¿acaso no lo entiendes?

-Sí, eso ya me quedó bastante claro - admitió la castaña, con amargura.

¿Cuántas veces más se lo repetiría?

-No me refiero a eso - Steve suspiró y se pasó una mano por el cabello, con frustración, dando inicio a un debate mental contra si mismo.

Callarse las cosas no lo había llevado a una muy buena posición como el tenía pensado, al contrario, estaba intranquilo y todo lo que sentía por Amirah seguía estando ahí. Tal vez era momento de intentar algo diferente, ser honesto, por ejemplo.

-Amirah... - conectó su mirada con la de ella, y siendo víctima de un impulso, acunó su rostro con las manos - no dejo de pensar en ti - confesó - No sabes cómo me duele verte sufrir, cómo me dolió verte tan afectada con aquella pintura, quería estrecharte entre mis brazos y decirte que todo estaría bien; cuándo te enteraste de todo esto en la Torre, lo único en lo que podía pensar era en cuanto quería golpear a Nick por haberte hecho llorar,  y sí, también me hirvió la sangre al saber que una persona como Dale sabía más de ti que yo.

-¿Q-qué estás queriendo decir? - el corazón de la castaña golpeaba fuertemente contra su pecho, tanto que temía que Steve también fuese capaz de escuchar sus latidos desenfrenados.

Se sentía aterrada por la que fuese a ser su respuesta, y la razón le era evidente: ella sabía lo que quería escuchar. Pero no estaba lista para oír algo diferente, por eso cuando el rubio dejo caer los brazos a ambos lados de su cuerpo, y agachó la cabeza, la invadieron unas terribles ganas de salir corriendo antes de llevarse el premio al corazón más ingenuo.

Él no decía nada, permaneció en silencio los minutos que siguieron y aquel vacío no hizo más que incrementar el revoltijo de dudas e inseguridades que se había formado en el estómago de Amirah.

-Por favor di algo...

-Estoy enamorado de ti - soltó sin más.

Era eso lo que le pasaba, no existía otra explicación. No se le ocurría otra palabra que pudiera describir lo que le sucedía de forma más acertada, que esa. Se había enamorado. Completa y plenamente, de una mujer que, fácilmente podría ser una desconocida, y que además podría no corresponderle.

¿Qué otra cosa significaba sino, su rostro cubierto por la perplejidad?

-Yo... no quise incomodarte, lo siento - comenzó a decir, intentando que su voz no delatara cuán herido se sentía - ¡demonios! No debí decir nada...