Capítulo 26: Crisis

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Miércoles 30 de noviembre del 2016, 11:23 a.m.

Departamento de Andy Leyva, Acapulco de Juárez.

  — ¡Andy! — le gritó Dafne mientras él despertaba.

  Observó a la chica y volvió a recostarse en la cama, su mirada parecía más perdida de lo normal.

  — ¡¿Qué haces?! — le preguntó ella pateando una botella de whisky en el suelo. — Llevas días sin decir o hablarle a nadie, Johan está intentado llamarte desde hace mucho...

  — Okey. — contestó Andy con una voz apagada.

  — No, ¿qué te pasa? — le preguntó ella sentándose a su lado.

  — No lo sé. — respondió Andy.

*

  Hacer a Andy levantarse de la cama fue un logro, ambos salieron a la terraza que servía de patio. Mirando lo nublado que estaba. Dafne giró a verlo, sus ojeras parecían más negras, su piel morena demasiado pálida para ser considerada morena y su cabello totalmente despeinado.

  — Dicen que tú y Amayrani terminaron. — comentó Dafne.

  — Creo que sí. — dijo Andy de manera indiferente y giró a ver un saco de boxeo que estaba colgado ahí.

  — ¿Estás bien?

  — Sí...

  — ¿Por qué no contestas las llamadas o los mensajes?

  — No sé en dónde está mi teléfono.

  — No es hora de jugar, Andy.

  Esas palabras cayeron en la mente de Andy, causando algo dentro de él.

Es hora de jugar, Andy.

  Golpeó el saco de la manera más violenta, Dafne se espantó y dio un paso atrás, el chico empezó a golpear el saco agresivamente hasta que el gancho no pudo resistir y cayó al suelo, pero siguió pegándole.
  Los nudillos de Andy sangraban, se podía escuchar su huesos romperse, pero él no dejaba de golpear el saco mientras gritaba y lloraba.

¿Quieres jugar, Andy?

  El saco empezó a romperse y limitarse a un montón de sangre, arena y telas rotas. Sin embargo, Andy seguía golpeando al piso, gritando y llorando mientras sus manos sangraban totalmente.

  — ¡Andy! — exclamó Dafne y el chico giró de inmediato para empujarla en el suelo y amenazarla con un puño.

Detente.

  Andy observó a Dafne con el puño en el aire, notando el terror en el rostro de la chica, la soltó y se sentó en el suelo, llorando por la frustración.
  Dafne se sentó a su lado, intentando no entrar en pánico junto a él.

  — Fue mi culpa... — sollozó Andy en voz baja. — Debí ser más fuerte...yo...

  — Andy... — susurró Dafne abrazando al chico por la cabeza.

  — En Tixtla... — volvió a sollozar el chico. — Fue mi culpa...siempre ha sido mi culpa...

  — Ya... — Dafne no tenía la menor idea de que decir.

  La lluvia comenzó a caer sobre ellos, Dafne seguía abrazando al chico y haciendo lo único que podía hacer, amarlo, amarlo de la mejor manera que podía, sólo eso podía hacer.
  El cabello de Andy estaba mojado, caía sobre su rostro hasta cubrir sus ojos casi por completo. Dafne se puso de cunclillas frente a él.

  — ¿Por qué pensé que alguien cómo ella me podría amar? — preguntó Andy en voz baja.

  — Creo que está confundida. — le respondió Dafne pensando que se refería a Amayrani. — Es una chica, así somos a veces...

  — ¿En quién más?

  — ¿Qué?

  — ¿En quién más podía confiar?

  — ¿Andy?

  — Siempre fui yo.

  — Basta...

  — Si ella no me amaba, entonces...

  Dafne lo tomó por la barbilla y lo besó, no sabía por qué, pero decidió hacerlo por él. Lo besó y lo hizo de la manera más lenta, se sentó en su regazo y siguió con el beso en medio de la lluvia, Andy seguía inmóvil.

  — Yo lo hago. — dijo Dafne con una voz débil. — Si me dejas...

  Andy la tomó de la cintura y ambos volvieron a besarse, el chico dejó algunas manchas en la ropa de Dafne, pero ella seguía haciendo que las subiera hasta su rostro, besó su mano sangrante y él la levantó para ir al departamento.
  Al entrar, Andy la dejó caer a la cama mientras sangraba y Dafne se quitó los zapatos de golpe, siguió con su ropa y la de él hasta que se vieron en ropa interior. Ella se quitó las bragas mientras Andy la besaba, los pensamientos se iban; Amanda y Andy, Andy en la oscuridad, la lluvia, la sangre, todo se fue en las sábanas.
  ¿Era el mundo adulto?, no, era el amor en la juventud, ella sintió la forma en que la penetró; algo dulce y suave hasta tocar su cuerpo, abrazó la espalda del chico, era él, no eran esos ojos carmesí, era una verdadera forma, una débil.
  Sintió cada empuje, gemía mientras besaba su cuello, eran sólo ellos dos en ese momento. No importaba que siguiera después, ya no, quería seguir así, quería sentirlo dentro de ella, no de esa forma, era ese sentimiento de ser uno, se conectaban, era un sentimiento dulce, placentero, ni siquiera el sudor o la sangre volvían agrio todo, sólo ignoraban todo eso.

194: InsurrecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora