Capítulo 1: Amanda manda

4 0 0
                                    

Viernes 17 de noviembre del 2016, 10:13 p.m.

Departamento de Andy Leyva, Acapulco de Juárez.

  El sonido de la música la calmaba, ya pasaba casi una semana desde que estaba en Acapulco y nadie había entrado al departamento de Andy. Buscó entre los vinilos del chico, encontró uno de color rojo muy llamativo, lo puso en el tocadiscos y el suave country llenó la sala. Amanda se mantuvo tranquila mientras Ten Feet Tall de Devil Makes Three sonaba a todo volumen. Le dio una bocanada a su cigarrillo de marihuana y se acostó en la cama. ¿Por qué sentía libertad?, no lo sabía, pero ya llevaba tres días fumando y sentía que estaba fuera del mundo.

  Las guitarras fueron sonando mejor, hasta que un fuerte sonido le hizo saltar de la cama. Salió de la habitación principal y merodeó por el pasillo, observando la oscuridad de la noche, nada fuera de lo normal, sólo que tenía frío. Se giró para entrar de nuevo hasta que se encontró con un chico alto, blanco y de cabello rizado, su rostro mostraba el paso del acné, le miró y tomó del cuello a la chica mientras las guitarras sonaban.

  — ¡¿Creíste que escaparías de mí?! — exclamó el chico apretando más su mano y observando el rostro sonrojado de Amanda. — ¡Te dije que si te ibas de Moonville te mataría! ¡¿Quién es ese maldito Leyva?!

 Sus manos dejaron de apretar y lanzó a la chica en el suelo con violencia, haciéndola caer de costado. Amanda se recostó e intento extender su mano para tomar cualquier cosa que estuviera cerca para golpear a su agresor, pero el chico le pisó la mano de inmediato. Ella pegó un grito mientras él reía.

  — Mírate. — dijo el chico sonriendo. — Ya no eres una chica ruda, ¿o sí?

  — ¿Por qué sigues molestándome? — preguntó Amanda resistiendo el dolor.

  — Te dije que serías mía. — respondió el chico. — Ese cuerpo es mío, ya deberías saberlo, te lo dije.

  — Supongo que no fuiste claro. — comentó Andy Leyva detrás del chico.

  Los dos giraron para verlo, Andy parecía un poco más alto, más serio y más adulto, pero lo que les llamaba la atención eran sus ojos, parecían ser rojos, el chico pensó que eran lentes de contacto. Leyva sacó un cuchillo en forma de pica mientras que el otro chico sacaba un cuchillo pequeño que tenía escondido en su pantalón.

  — Al fin nos vemos, Andy Leyva. — sonrió el chico. — Te ves un poco más serio de lo que me contaron, ¿así te trata tu nueva vida doméstica?

  — Me gustaría responder a eso. — dijo Andy. — ¿Quién eres tú?

 — Déjame presentarme. — contestó el chico. — Mi nombre es Michael Jefferson.

  — Viejo, no voy a recordar eso. — expresó Andy. — En fin, te voy a decir tres cosas que pueden pasar en este preciso momento; te voy a matar, vamos a tener una pelea muy dramática o va a caer un asteroide para matarnos a todos.

  Andy levantó su vista para ver al cielo, Michael y Amanda hicieron lo mismo.

 — Lástima, supongo que nos quedan dos opciones. — comentó Andy rascándose la cabeza con el cuchillo en su mano.

  — García sabe lo que tú y tus perras están haciendo. — le dijo Michael señalando con el cuchillo a Amanda. — Desde que encerraron a uno de los nuestros lo supimos demasiado bien, hay un fantasma persiguiéndonos.

  — Me siento bien al saber que recuerdan mi nombre. — contestó Andy. — No es que sea un maldito genio, pero no pueden venir a mi ciudad luego de que hicieron un jodido infierno la suya, eso no es de Dios, no está en la constitución.

  — ¿Acaso crees que a García le importa? — preguntó Michael. — Si te atrapa, vas a sufrir el peor dolor de toda tu vida. El señor García no es un hombre caritativo.

  — Interesante... — susurró Andy sonriendo. — Entonces, el señor García y yo nos vamos a entender demasiado bien. ¡Sí!, bueno, ya te voy a matar.

 Andy se lanzó a Michael tan rápido que el otro chico apenas y pudo esquivar el filo de su cuchillo. Volvió a dar un paso atrás para que Leyva no le cortara el cuello. Fue una pelea bastante curiosa; Andy seguía lanzando golpes con el cuchillo mientras Michael le respondía igual, pero apenas y se acercaban. Llegó el momento culminante en el que Andy le quitó su cuchillo de un manotazo y empezó a hacer maniobras con los dos que de no ser por la preparación que Michael aprendió en Moonville, habría sido un hermoso jamón cortado a la mitad. Debido a que ya le estaba haciendo cortes en los brazos y pierna de forma indiscriminada, Michael decidió retirarse, le dio una patada en el pecho que Andy logró resistir poniendo sus dos brazos cruzados. Michael saltó por la terraza y se apoyó de un tubo expuesto para bajar varios pisos del hotel, llegó a otra terraza y se fue corriendo mientras saltaba varios techos, perdiéndose en medio de la oscuridad.

  — No entiendo de que lugar salen estos sujetos. — dijo Andy mirándolo irse.

  — ¿En dónde estabas? — le preguntó Amanda levantándose y dirigiéndose a él con poca agresividad. — No vienes a tu casa desde hace días, también tu padre, ni uno de los dos ha pisado el lugar para explicar qué demonios hacen.

  — Ya sabes, trabajo. — respondió Andy guardando ambos cuchillos en el bolsillo secreto de su saco. — Me debo ir, tengo algunos asuntos pendientes en el Coloso, ¿quieres venir?, tal vez Dafne quiera una visita tuya.

 — ¿Eso es todo lo que vas a decir? — expresó Amanda molesta. — Está bien, pero al regresar, tú y yo vamos a tener una charla muy larga.

  — Espero que no sea lo único largo que vas a tener. — añadió Andy sonriendo.

  — ¡Jódete! — exclamó Amanda entrando a la habitación para cambiarse de ropa.

  Leyva se alejó y fue a la parte trasera de la terraza; había una habitación cerrada con llave, Andy la abrió y un montón de armas parecían visualizarse, encendió la luz para ver su pequeño cuarto de comando. Oficialmente, no era suyo, pero su padre, el antiguo fantasma, no lo usaba desde 1998, tal vez en alguna ocasión entró para escuchar el fútbol en la radio, pero nada de otro mundo. El chico buscó entre el montón de mochilas y paquetes negros en busca de una maleta oscura que logró encontrar en un cuarto de hora. Abrió la maleta y observó el interior, sonrió y luego buscó entre la caja de herramientas que estaba cerca de la entrada, sacó un mazo oscuro y lo guardó en la maleta, escondiéndolo hasta el fondo.

  Salió con la maleta hasta entrar de nuevo a la habitación, viendo a Amanda vestirse, sonrió y siguió su camino hasta llegar al buró, tomó una caja llena de balas y abrió su guardarropa para meter la mano hasta el fondo y sacó el hacha roja que su padre guardaba en caso de incendios o por si alguien entraba a robar sus botellas de whisky. Amanda se sentó detrás de él en la cama, mirándolo, Andy giró a verla y notó el gran olor a marihuana que invadía el aire. La chica sonrió y se puso de pie y salió del departamento junto a él.

  — ¿A dónde vamos? — preguntó Amanda sentándose en el asiento de copiloto en el Mustang de Leyva.

  — Al Coloso. — respondió Andy encendiendo el vehículo. — Están pasando cosas muy raras allá, creo que algunas las causé yo, ni idea, oye, ¿quieres salir un rato al volver?, no sé... ¿Ir a comer, a tomar algo o a un motel?, hay mucha variedad y cosas por hacer en Acapulco.

  — Vámonos de aquí, niño. — le dijo Amanda poniéndose labial frente al espejo del costado en el auto. — No va a ser cuando tú quieras.

  — Me parece justo. — contestó Andy moviendo el volante y saliendo por las calles de Acapulco en camino al Coloso.

194: InsurrecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora