Capítulo 8: Planificación

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Jueves 23 de noviembre del 2016, 5:40 p.m.

Lugar desconocido, Acapulco de Juárez.

  — ¿Cómo planeas atrapar al niño Leyva? — preguntó John Belch mientras buscaba un cigarrillo entre su abrigo gris. — ¡Joder! ¿Por qué hace tanto frío?

  — No lo sé, tal vez porque es un lugar subterráneo, Belch. — respondió García sentando a la cabeza del gran comedor en el que todos estaban reunidos.

  — Existe la calefacción, hijo. — comentó Belch encendiendo su cigarrillo.

  — Supongo que algo debemos hacer. — dijo el chico de cabello negro lacio que se encontraba a un costado de la mesa, observándolos. — Ya le disparé a ese idiota del laboratorio y por lo que veo, creo que avanzan más rápido para cubrir la cuota.

  — Simón, ¿sabes cuál es nuestro problema ahora? — expresó Michael Jefferson pegándole a la base de la mesa con un dedo. — Ese maldito de Leyva está buscando detenernos de cualquier manera.

  — Bueno, el niño cara de pizza tiene razón. — dijo John Belch dando una bocanada larga que enfureció a Michael. — Leyva es un gran problema, dejémoslo así; logramos hacer que nos den la droga, vendemos lo que podamos aquí y luego nos vamos a Baskerville para seguir... ¿Qué hacemos con Leyva? ¿Qué nos dice que no nos va a buscar? ¿Quién nos asegura que no nos va a matar uno por uno?

  — Tranquilo, no lo hará. — aclaró García. — Puedo decirte que tengo ciertos contactos para ayudarme a planificar mejor; Andy no puede ir a otro lugar y actuar de manera violenta sin recibir un castigo muy fuerte.

  — Puede hacerlo, pero supongo que no debe. — habló Jorge Vera; un hombre maduro sin cabello que sonreía detrás de un par de anteojos. — Conozco a ese niño y sé que nos puede destruir los planes en segundos.

  — Tiene razón. — añadió Manuel Vera; un hombre mayor de cabello negro corto y anteojos. — Nuestra prioridad es matarlo a toda costa.

  — ¿Han intentado matarlo? — preguntó Giselle Vásquez, una chica de piel morena clara, rasgos mexicanos finos muy bellos y cabello negro largo hasta el inicio de la espalda. — En las calles dicen que hay un fantasma, alguien imposible de atrapar vivo, ¿por qué no sería él?, supongo que debemos atacarlo de manera diferente.

  — ¿Y qué recomiendas? — contestó Manuel Vera. — No podemos contratar hombres que lo maten, ya mataron a seis hombres de Belch muy fácil, hombres que sabían matar, ¿qué propones?

  — Estoy de acuerdo con la chica. — dijo Jeremy Anderson, un hombre británico de piel blanca, cabello castaño, barba de candado y rostro viejo por su edad. — Creo que, si queremos ganar, debemos atacar de manera diferente, más inteligente.

  — Algo más psicológico. — añadió Giselle Vásquez sonriendo.

  — ¿Y creen que va a funcionar con él? — preguntó Jorge Vera. — Andy parece un niño tonto y perdido, sin embargo, tiene virtudes; concentración, dedicación y un sentido de destrucción muy grande, no le va a importar volar un jodido edificio con nosotros dentro, eso lo puedo asegurar.

  — Entonces ataquemos a personas cercanas. — respondió Giselle. — Uno de mis chicos notó que hay un blanco muy guapo que es su mejor amigo, yo digo que hagamos algo igual que las películas; volverlos en su contra.

  — ¿Cómo lo harás? — le miró García con tranquilidad. — ¿Vas a hacerlos pelear por su consola de videojuegos o algo así?

  — No tienes idea de lo que las mujeres pueden provocar en los hombres. — sonrió Giselle Vásquez de manera coqueta. — Me puedo encargar de eso.

  — Tengo una mejor idea. — interrumpió Jeremy Anderson. — Complementa por completo la tuya, Giselle.

  — Dilo. — le dijo John Belch dando otra bocanada.

  — Son jóvenes. — explicó Jeremy Anderson haciendo gestos con sus manos. — Y no puedes luchar con jóvenes a menos que tengas más jóvenes, sólo ellos saben arreglar las cosas de una manera única.

  — Vaya al grano, señor Anderson. — habló García.

  Todos pusieron su total atención en el hombre de barba con canas.

  — Pelea de pandillas. — dijo Jeremy Anderson. — Joven y dulce pelea juvenil.

  — No tenemos ninguna pandilla y ellos tampoco. — protestó Simón Terrazas.

  — Debemos hacer una, vamos, tenemos a tres jóvenes aquí. — contestó Jeremy Anderson levantando las manos. — Tengo entendido que la hermosa y joven Giselle conoce a varios chicos y chicas interesados en dinero rápido.

  — Sí, claro que sí. — sonrió Giselle. — Puedo conseguir algunos chicos.

  — Pero ellos no tienen una pandilla, ¿o sí? — comentó Michael Jefferson.

  — Entonces hay que obligarlos a hacer una. — les dijo Felipe Santos entrando a la sala vestido con un pantalón de mezclilla y una sudadera gris. — Vamos a obligarlos a golpearnos y así los vamos a golpear más fuertes.

  La sonrisa del chico de piel morena y cabello negro hizo que todos los presentes sintieran cierta empatía, compresión y visión de lo que venía.

  — ¿Quién lo invitó? — preguntó Giselle Vásquez frunciendo el ceño y girando a ver a García mientras señalaba al chico con un pulgar.


*


Viernes 24 de noviembre del 2016, 4:50 p.m.

Secundaria 194, Acapulco de Juárez.

  La mesa que servía de escritorio para los profesores que daban clases rechinaba mientras Nicole Nava era penetrada por Andy en medio del lugar solitario, sus suaves y delicados gemidos ambientaban el silencio que estaba reinando en el lugar, finalmente, luego de un rato, terminó con una última penetración que hizo dar un pequeño grito ahogado por parte de la chica. Ambos jadeaban, ella se subió la falda del uniforme y se puso la bata de laboratorio mientras que él se acomodaba el pantalón y se ponía el cinturón. Los senos desnudos de la chica eran cubiertos de inmediato por su playera negra, giró para sonreír y tomar los papeles que tenía en un pupitre cercano del salón. Andy la observó y siguió en lo suyo.

  — Creí que estabas con esa chica de tu salón. — comentó Nicole. — Se llama Ana o Amy, no lo recuerdo.

  — No te preocupes. — le dijo Andy poniéndose un saco negro. — Terminamos.

  — ¿En serio? — expresó Nicole sorprendida. — No lo puedo creer, ¿es verdad?

  — Sí. — contestó Leyva saliendo del salón. — ¿Qué vas a hacer ahora?

  — Bueno... — esbozó Nicole rascándose la mejilla. — Debo ir a mi taller para terminar un proyecto, nada especial, ya sabes... ¡Ciencia!

  Andy se mantuvo callado, observando el lugar con lentitud y giró a verla.

  — ¡Me encanta la ciencia! — exclamó él acercándose a la chica. — Vamos, hay que ir, quiero ver tu trabajo, apuesto que eres genial en lo que haces.

  — No, por favor. — rogó Nicole mientras él rodeaba su cintura con ambos brazos.

  — ¿Por qué? — sonrió Andy. — Ya vi algunas cosas tuyas, creo que ya estoy listo para ver tu proyecto, ¿no lo crees?

  — Es que...no puedes... — dijo Nicole mirando a otro lado mientras Andy sonreía.

194: InsurrecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora