Adios, y... Casamiento?

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A la mañana siguiente me encontré recostada sobre el sofá con Edward dormido sobre mis piernas y Suzi dormida sobre el pecho de Edward, me estire lentamente para no despertar al bello durmiente que tenía en mis piernas pero el intento fue en vano ya que al mínimo intento de moverme él abrió los ojos, nuestras miradas se toparon provocando que me ruborizada

-No quería despertarte, perdón- dije apenada, el sonrió

-No me despertaste, ya estaba despierto desde hace unos minutos- dijo incorporándose con cuidado de no despertar a Suzi quien dormía tan plácidamente sobre él, yo asentí

-¿No crees que debemos llevarlos a su cuarto?- dije mirando a Luca quien estaba todo torcido en el pequeño sofá, a Pierth quien estaba en forma de circulo sobre la mesa, y a Margareth quien estaba dormida muy tranquilamente sobre el sofá reclinable

-Yo digo que si- dijo Edward cargando a Suzi y caminando hasta las escaleras, yo tome a Pierth en brazos y lo subí a su habitación despacio para no despertarlo, al bajar Edward ya estaba cargando a Luca quien estaba roncando como un oso – sabes cuando miro esto, me alegro de yo no roncar- dijo riendo silenciosamente, yo solo sonreí evitando una carcajada, cuando bajo se posiciono detrás de mí y me abrazo, recargue mi cabeza en du pecho y ambos miramos a Margareth

-Sabes desde que he conocido a estos niños me he dado cuenta de que han cambiado mucho, antes Suzi solo buscaba atención, por eso espantaba a sus niñeras, Pierth necesitaba acoplarse en algo que le gustara para sentirse cómodo con el mismo, Luca el solo quería que le dijeran que era bueno en algo para saber que estaba haciendo bien, y Margareth… creo que ella fue la que cambio mas, antes se refugiaba en su celular por miedo de ver el mundo en el que no estaban sus papas, en un mundo donde no tenían ninguna figura paterna ni mucho menos materna, y ahora que los miro y veo el cambio que han hecho… me siento muy orgullosa de ellos - dije con lagrimas en los ojos, Edward me abrazo más fuerte y me dio un beso en la sien

-Se que ellos están agradecidos contigo por cambiarles su vida, simplemente tienes que ver cómo te tratan para darse cuenta que te aprecian demasiado, mi amor eres una estupenda niñera…- Edward se detuvo un rato y me volteo, quedamos cara a cara, sus ojos miraban a los míos dándome unas pequeñas descargas por todo el cuerpo – no, no eres una niñera, eres su nana, por que las niñeras solo cuidan y se van pero tú, los cuidas como si fueras su familiar, los educas como si tu vida dependiera de ello, los aconsejas como si fueras su mejor amiga,  y los amas como los ama una madre, no eres una niñera, ese término queda corto a lo que tú haces con ellos, tu eres su nana, y que quede grabado eso en tu bella y hermosa cabeza- dijo para después besarme, le correspondí con rapidez, esas palabras que había dicho habían llegado directamente a mi corazón, se sentía bonito que alguien admirara tus logros, que alguien te dijera que eras excelente, me separe de él y junte mi frente con la suya

-Edward… promete que nunca me dejaras, a pesar de mi oscuro pasado- dije con lágrimas en los ojos, el me tomo la cara con sus dos manos y me dio un beso en la frente

-No me importa tu pasado, me importa tu presente y tu futuro, y deseo que en esos dos… yo este contigo- dijo sonriéndome, lo que provoco que mi corazón diera brincos de felicidad

-Vamos, acompáñame a arreglar mi maleta- dije tirando de su mano hacia mi habitación, entre risas, bromas, besos y abrazos terminamos mi maleta justo a tiempo para cuando llegaron mis jefes, los cuales entraron abrazados, Edward y yo salimos a recibirlos

-¿Y los niños? – pregunto el señor

-Están cada quien en su respectivas habitaciones, señor, están durmiendo- dije seriamente, tenía que ser profesional, es decir ellos son empresarios reconocidos y aunque yo solo trabaje de nana tengo que estar a su nivel, ¿no?

La Nana (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora