Cap:36

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Fue el día que Ramón robó el maletín, lo recuerda bien.

El mismo día que el Jefe le había dicho que debía ir a ver la bóveda número tres, ya que, habían recibido el llamado de Carlos y como eso nunca sucedía era de esperarse que fuese una gran noticia, y claro que lo era.

Luciano había manejado con total seguridad hacia el laboratorio con un maletín especial que el Jefe le había entregado y esperaba que todo estuviera en orden, o el orden que se espera después de asesinar a alguien, pero fue ese día que cometió el error de dejarlo ir, de dejar que el asombro y la estupefacción lo dejarán paralizado y no tuviera la fuerza de pararse sino unos minutos después, y ver con sus propios ojos como una de las personas que creyó confiar se llevará todo por lo que habían estado esperando por años.

Y si, ya había pasado un mes y aún no habían noticias de él, pero Luciano sabía que se le estaba escapando algo, un detalle, un indicio, algo. Por eso es que estaba reviviendo en su memoria lo que había sucedido ese día minuto a minuto.

Fue un lunes, quizás las seis o siete de la mañana, no habían estado tan atareados últimamente, por lo que no tenía tantas cosas en la cabeza, y cuando estaban frente al escritorio del Jefe recibiendo el maletín supo que ese no iba a ser un día cualquiera.

—Mandé a Carlos. —Fue lo que había dicho el Jefe con cuidado, Octavio estaba del otro lado de la puerta resguardando como siempre y en la cabaña no estaban más que ellos y Vladimir en algún lado y tal vez Danilo.

Luciano estuvo unos segundos confundido.

—Lo sé, cada semana envía a alguno de nosotros para seguir con el proceso. —Entonces no entendía porqué estaba allí, nunca se le hubiera ocurrido que estaba listo.

—Si, siempre envío a alguien, pero esta vez es diferente. —Por supuesto que era diferente—. Ya está hecho. —Su voz sonó diferente, diferente a la acostumbrada y solo entonces Luciano comprendió—. Por fin está hecho.

Había dado una gran respiración sus pulmones se llenaron de aire y al expulsarlo se sintió distinto, como si el peso de esos siete años se hubiera desvanecido.

Comenzó a dar vueltas por la habitación, eufórico.

—Eso significa... —Y se detuvo, miró al Jefe en el escritorio, ya sin euforia o alivio, sino con nerviosismo—. ¿Sabe lo que significa?

Y ahora fue el turno del Jefe para suspirar y con ambas manos giró el maletín que tenía en frente.

—Debes traerlo —Sentenció y sus ojos se quedaron fijos en los de Luciano—. Carlos los mató, pero lo que importa ahora es eso. Nada más.

Se dijeron unas cuantas cosas más, simples palabras del Jefe dándole instrucciones acerca del maletín pero no lo recordaba muy bien.

Todo era confuso.

Quizás nervioso o quizás consternado, Luciano había confirmado con un movimiento de cabeza y procurando tomar con delicadeza el maletín salió del despacho pasando por Octavio y se marchó de la cabaña junto con Danilo, creyendo por un momento que necesitaría a alguien. Lo único más normal de toda la situación era que Danilo no sabía nada del laboratorio, pero él no hacía preguntas y cuando lo encontró en la sala le hizo una seña y él sólo lo siguió en silencio.

No había manejado más de unos kilómetros hasta llegar al centro, pero le tomó unos minutos llegar al lugar, y cuando lo hizo, un suspiro tembloroso abandonó su ser y se giró a Danilo tragando saliva con dificultad.

La Mafia: Una Mentira Para Una TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora